IV
Formas de hablar: hoy
tu misma voz, perturbadora, Teresa,
por mujer, e indócil, mi propia
voz desata y enardece
para tartamudear también, aunque
en más frío aderezo y masculino
el fragor de ese abordaje
de Él sobre mi orilla como un
tenue Temblor, una Pregunta;
acaso, a días, tantos, una Zozobra o
Duda que se enrosca como
las serpientes en mi garganta
y me ahoga. Un Silencio.
Como una Certidumbre también ?eres
Tú y no una sombra y vienes
tras el fugaz aleteo de oropeles
y de rostros dolidos en la senda?, un Aliento
o Beso. O Medicina. Y siempre
una sospecha de otro Río
donde el mío amamanta de sus ubres
o se funde y anega.
O diría
con voz más niña aún y ruborosa:
su Presencia es, a días, como si fuera
leche dulce de Madre para curar
la orfandad de los labios en la noche,
ávidos, la mordedura de las víboras
que acechan: el Becerro,
la oscura Máscara que confunde
las miradas y la Bestia.
¿Formas
de hablar tan sólo?
No.
Dádiva, interior
alumbramiento, música
de oboes y dulzainas, teofanía
vertical tu carne embebecida
en Él, por Él
transverberada.