Yo para oír dislates ya tengo a mis alumnos, y no porque estos sean particularmente ignorantes, que no, sino porque se caracterizan por no cortarse ni con un cristal y soltar aquello que les pasa por la neurona sin pararse a pensar si se trata de un comentario conveniente o si en ese momento deberían estar calladitos, oyéndome a mí, que para eso soy la profe. En fin, que puestos a soltar lugares comunes, a hacer una loa a la derogación de toda ley habida o por haber, de echar mano a la historia reciente de España para demostrar que uno es nieto de represaliados? nuestros candidatos parecen dispuestos a mostrar que son más originales que nadie, y no puedo por menos que recordar a aquel que dijo que los experimentos, en casa y con gaseosa.
La niña bonita, que a este paso voy a tener que llamar preadolescente peligrosa, me pregunta sin parar a quien voy a votar, sin reparar en que su madre está hecha un mar de dudas. Por eso me pongo a mirar las fotos de los carteles electorales y tengo la esperanza de que Garzón venga a echarme el mitin a casa, porque puestos a elegir, me gusta su mirada limpia y esa foto de chico feliz y guapo con la que dirige los ojos ¡A la derecha! Aunque solo sea por el hecho de que les dejaron fuera del espectáculo americano del debate a cuatro, me inclinaría por Garzón o Herzog, que bastante tuvo con acercarse a la puerta para demostrar que no le habían invitado al cumple. Aquello tenía un tufo a concurso de misses que no podía ser, lo siento, y eso de mantener a los políticos de pie durante dos horas, con un taburete detrás sin respaldo para que sufrieran me pareció el colmo del sadismo. Por Dios, yo me hubiera negado en rotundo a someterme a semejante tortura innecesaria. Si lo que quería el personal era ver dónde metían las manos hubiera bastado con un ratito de paredón frente a las cámaras, pero dejarles tanto tiempo más tiesos que un palo me pareció una forma un tanto cruel de demostrarles el poder de la tele, la misma crueldad mental con la que convierten a la gente del Sálvame en muñecos rotos. Yo de ellos hubiera puesto a la entrada un dispensador de prozac o de pastillas de relajante muscular. Y naturalmente, lo siento, pero la decisión de Rajoy de quedarse en casa con la bata y las zapatillas me pareció de lo mejor, ahí iba a ir yo, a hacer el espectáculo, la americanada innecesaria, a ver quién la dice más gorda. En fin, que cada uno salvó el mueble que pudo y al final, el que se llevó el gato al agua fue para mí Monedero? tendrá cara de niño, el chico este, pero puestos a medir, le da dos vueltas y media al jefe? yo de ustedes no hacía lo que yo, regodearme en la foto de Garzón, sino vigilar al segundo de a bordo? dicen que son los más peligrosos, afirmo?
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.