OPINIóN
Actualizado 12/12/2015
José Antonio Mirón

Actualmente debido a la crisis de valores que padecemos se han ido asumiendo cada vez más riesgos; como si de una nueva moda se tratará, asumir y ponerse en riesgo como cultura. En la infancia se ha asumido que hay que estar a la última por la influencia del contexto socioeconómico y tecnológico lo que supone que los niños estén expuestos a múltiples actividades extraescolares y múltiples estímulos, sin tiempo libre. Como consecuencia de esto y otros factores, muchos de ellos son diagnosticados de síndrome de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Sin reparar que una excesiva estimulación y un escaso control de sus hábitos por parte de los educadores primarios puede ser la causa necesaria aunque no sea la fundamental. Y si a esto, se le añaden las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), para que no se aburra y tenga menos posibilidades de desarrollar habilidades sociales y de comunicación con sus iguales con el juego, el deporte y el aburrimiento compartido. Además, sin ser conscientes que internet y las redes sociales pueden suponer un riesgo para las mentes vulnerables y sensibles. A todo esto, se le añade con los años, un ocio nocturno con salidas nocturnas excesivas que conllevan frecuentemente al consumo y abuso de drogas legales, alcohol y tabaco, más la exposición a los individuos que abundan a esas horas y en esos ámbitos. Luego llega la adolescencia y comienzan las dificultades en las relaciones interpersonales, en un contexto cuya mayor preocupación es la imagen y, por tanto, aparecen los cambios en los hábitos de alimentación para estar a la moda de sus iguales y de sus lideres. En consecuencia, son frecuentes los trastornos del comportamiento alimentario, anorexia, bulimia, sobrepeso y obesidad. Y de aquí al consumo de tabaco y alcohol y, cuando estos ya cansan, a coquetear con las drogas ilegales para que aparezcan trastornos mentales, como ansiedad, episodios de estrés y neurosis. También; aunque con menor frecuencia, pueden aparecer los primeros brotes de enfermedades mentales, sobre todo en aquellos adolescentes que consumen cocteles de alcohol y drogas ilegales.

Por último, pasada la etapa de la adolescencia cronológica, que no mental, el mundo se les hace pequeño y aparece la necesidad de seguir corriendo. Comienzan a pasear las trolleys con múltiples viajes porque es necesario divertirse en diferentes ámbitos, ambientes y lugares. Es la época de los accidentes de tráfico y de la exposición a diferentes culturas y religiones con las que contactan primero con las TICs y, posteriormente, con los viajes aéreos. Por cierto, esto en los universitarios se subvenciona a través del programa Erasmus; pero sin valorar y comprobar su aprovechamiento y utilidad profesional y, sin promocionar el esfuerzo previo con el rendimiento académico. Luego es inadecuada su denominación, becas Erasmus. Claro que también se subvencionan viajes con la excusa del idioma y de la cooperación al desarrollo. 

A esta etapa se le añaden con los años, las memeces virales como son los deportes extremos que comportan un riesgo real excesivo y que no deberiamos promocinar con la finaciación de los rescates. Actualmente, está de moda el crossFit que conlleva una alta frecuencia de lesiones musculares; pero no  importa porque el riesgo lo está finaciado a través del sistema sanitario y del gasto farmacéutico.

Para evitar los riesgos, controlarlos y que existan menos posibilidades de los eventos adversos, no existe otro antidoto que la Educación. Actualmente, no se es consciente del valor, trascendencia e impacto de la Educación y, en consecuencia, se utiliza inadecuadamente el progreso económico y tecnológico: Además, éste deslumbra tanto y a tantos, que se han asumido riegos inecesarios para la Vida, creando la cultura del riesgo. Cuando la Educación el valor fundamental para llevar una Vida de progreso saludable y sin riesgos.

JAMCA

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