Tiempos valientes para el Papa Francisco que, una vez más, ha dado una lección de compromiso a todos los líderes del mundo acercándose y compartiendo con las personas, los pueblos y lugares más complicados; para decirnos que los problemas más graves de nuestra sociedad no tienen salida si no miramos a los más pobres de la tierra, y solamente desde ellos, sobre todo los más poderosos, ser capaces de plantear las soluciones más justas y andar los caminos más adecuados.
Tiempos valientes para toda la sociedad, y en especial para los movimientos sociales que tienen ante sí retos tan importantes, como defender la paz de otra manera y no desde las armas, o de estar luchando por el cuidado de esta tierra que parece que se nos va de las manos en muchos aspectos, porque de toda ella se pretende hacer un gran mercado.
Tiempos valientes para buscar con creatividad nuevas alternativas económicas, sociales, educativas y culturales a esta sociedad local y global, tan deshumanizadora, que amenaza a tantas personas hundidas en el dolor del empobrecimiento, muchas veces, tan extremo.; o en la violencia que les acompaña.
Tiempos valientes para la sociedad española que tiene derecho a elegir a quien crea conveniente, pero que tenemos la responsabilidad y la obligación de exigir nuevos caminos y nuevas herramientas para nuevos horizontes de justicia y solidaridad. Más de lo mismo no nos vale y ya lo hemos ensayado y sufrido; sobre todo grandes colectivos de la sociedad.
Tiempos valientes para la Iglesia, que ya no tiene razón alguna para permanecer encerrada con miedo a estar en medio del mundo, dejando atrás viejos esquemas, modos y maneras. Abandonar el espacio eclesial como centro del anuncio es la obligación que nos pone y nos exige la necesidad de salir para que el Evangelio sea, sobre todo, la Buena Noticia en la calle, en los barrios del medio urbano y en los pueblos del medio rural; en las cárceles y en las Universidades, en las fábricas y con los "sin techo", con los "sin papeles" y con los desahuciados, con las mujeres y con los mayores, con las personas más jóvenes y con los niños.
Tiempos valientes para denunciar reformas como la última del Código Penal que justifica un feroz ataque y desprecio al ser humano en sus más profundas raíces, para ser objeto de desplazamiento buscando otros objetivos incalificables e intereses inadmisibles.
Tiempos valientes para ponernos con los empobrecidos frente a los más enriquecidos, que esta llamada crisis les ha dejado a salvo una vez más. ¡Y no parece que nadie les vaya a tocar!