No sé si reír o llorar, córtame las venas o dejármelas largas. Con la campaña electoral a punto de entrar en velocidad de crucero los candidatos al trono andan como locos por encontrar el hueco, la brecha, para que el respetable los vea como gente maja y normal. Esa otra cara que algunos se empeñan en ocultar, que otros no tienen y que algunos pocos no han abandonado. Algo que cuando se intenta poner tan de manifiesto pierde naturalidad y sobre todo me da que pensar en eso de que presume de lo que quieres y te diré de lo que careces.
Rajoy ha pasado del plasma al mejillón, Iglesias (Pablo) le da a la nana. Rivera, que marca el paso en este tema, ha comenzado la carga programática. Y Sánchez, pues eso, sigo sin tener claro dónde está.
Pero en esta nuestra Salamanca la cosa tiene menos ínfulas, menos futbolines. Los distintos partidos políticos dieron el pistoletazo el pasado jueves, y si les digo la verdad ya en el minuto uno hay una cosa que me chirrió especialmente.
Creo que cuidar ciertos detalles es importante, siempre. Pero hoy más que nunca tener en cuenta el terreno que se pisa es fundamental, y creo que los populares charros no empezaron de la mejor manera. Vaya por delante que cada uno elige el lugar que cree más adecuado para iniciar la solicitud de voto, pero hacerlo en un reconocido, reconocible y emblemático local de copeteo fue un resbalón, una falta evidente de pulso. O al menos a mi me lo parece.
Desde que mi memoria maltrecha y carente de fósforo me asiste, recuerdo que el primer gesto de campaña popular era la calle. Esa que siempre se pretende ganar en campaña para lanzar mensajes, acercar propuestas, besar infantes y en la que la presencia es el primer paso para llenar la buchaca de votos.
Y no entiendo como ahora, donde la imagen de lejanía del político, de puro interés nominal y desafección máxima campan sin remisión, se alejan más que se acercan con estos guiños. Y menos lo comprendo tras la costalada de las municipales. Pero solo hay que echar un vistazo a buena parte de sus listas para comprender que el timón está encasquillado con la mirada fija, fijísima en las pelotillas del ombligo. Y con un enfermizo empeño en aliñarle la ensalada a Ciudadanos.
El resto de formaciones representativas sí que eligió pisar acera, cada uno haciendo un guiño a lo suyo. Transmitiendo ese mensaje subliminal, o no tanto, que cualquier manual electoral recoge en su prólogo.
Pero todavía queda paño que tejer. Llevamos solo tres días de campaña y todo tiene un sabor bastante parecido, a no ser por estos pequeños detalles, a lo de siempre.
Sigo echando en falta más calle, y no me refiero a presencia. Es esa escasez de proyectos para nosotros, para nuestra tierra. Dejar de lado por unos instantes el tirón del color, del logo o del comandante en jefe, y pringarse más. Saber cuál es la intención concreta de nuestros candidatos para con su tierra si consiguen sillón en la carrera de San Jerónimo. Porque a veces, y solo a veces, dan la impresión de que lo que está en juego es una butaca bien mullida.
Y apunto a ponerle compromiso al voto, que la calle sepa que tienen un plan para una tierra harta de pedreas y que ya ha dado el aviso. Que los charros votemos no por conceptos evidentes unos y grandilocuentes otros, si no sabiendo que quien nos represente va a impulsar tales o cuales proyectos y que de esa manera podamos exigir y comparar a partir del día 21.
Porque la calle al final será la que decida, y estas calles, nuestras calles, se merecen políticos que no solo las pisen sino que las dignifiquen.