OPINIóN
Actualizado 06/12/2015
Álvaro García Velázquez

Todo empezó un 6 de diciembre, concretamente del año 1978: después de una larga dictadura y de un tirano que murió en la cama llega la democracia, o más bien la trajeron aquellos y aquellas que tanto dieron y lucharon por ella, y nos dimos como sociedad una norma con la cual edificamos un nuevo país, la presente Constitución Española.

 

Esa ley suprema ha sido ultrajada y vilipendiada por las élites políticas y económicas de este país, comenzando un proceso constituyente por arriba en el que nuestros derechos son violados y nuestra capacidad de decisión es cada vez menor, por no decir nula. Ante estos ataques debemos subvertir la situación y anteponer un nuevo acuerdo de país, amplio, con la sociedad y para la sociedad.

 

Un nuevo acuerdo de país para conseguir una democracia real: por un modelo electoral verdaderamente representativo, para que tu voto valga lo mismo independientemente de a quien votes o donde vivas; para acabar con sus privilegios y para potenciar las herramientas de democracia participativa como el referéndum y las ILP´s, convertidas ambas en meros "brindis al sol".

Un nuevo acuerdo de país para garantizar una Justicia independiente: liberar al Tribunal Constitucional de tutelas y bloqueos partidistas y construir un Consejo General del Poder Judicial elegido por la ciudadanía.

Un nuevo acuerdo de país para erradicar la corrupción: prohibir las llamadas "puertas giratorias", constitutivas del círculo vicioso entre empresa y política que han creado los oligopolios más mafiosos de toda Europa; endurecimiento de las penas por delitos de corrupción, para que meter la mano en la caja pública no les salga impune; crear una ley de medios de comunicación, para que sean de verdad transparentes, plurales y no estén controlados por el poder político, no olvidemos que el derecho a la información es básico.

Un nuevo acuerdo de país para blindar los derechos sociales: decía Rousseau que "entre el fuerte y el débil, la libertad oprime y la ley libera", por eso es necesario equiparar en la Constitución los derechos como el trabajo, la educación, la sanidad y la vivienda y acabar con esa separación entre derechos de 1ª y de 2ª, además de asegurar una base justa de inversión para que se cumplan independientemente de la situación económica, y así como garantizar la atención y el cuidado a las personas dependientes.

Un nuevo acuerdo de país para luchar por la unidad desde la diversidad: que el Senado sea de verdad una cámara territorial y no el retiro dorado de nuestros representantes; acabar con esta situación de bunkerización entre pueblos, reconociendo y valorando la plurinacionalidad del Estado, al igual que su riqueza cultural y lingüística; y repartir los recursos de una manera justa y solidaria.

 

Con este acuerdo de sentido común la gente humilde y honrada, la gente normal y corriente, podemos hacer que este país cambie. Borremos de nuestro rostro el miedo y la desesperanza y contestemos con una sonrisa de oreja a oreja, porque ya somos una marea imparable. Quiero acabar con los versos de una bellísima canción de Alfredo Zitarrosa, titulada "Adagio en mi país":

"Dice mi pueblo que puede leer
en su mano de obrero el destino
y que no hay adivino ni rey
que le pueda marcar el camino
que va a recorrer.
En mi país, qué tibieza
cuando empieza a amanecer.
En mi país somos miles y miles
un puño y un canto vibrante,
una llama encendida, un gigante
que grita: ¡Adelante!"

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