OPINIóN
Actualizado 05/12/2015
Manuel Lamas

Hasta el día 11 de Diciembre, se celebra en París la cumbre sobre el clima. EE UU y China, junto a otros 180 países, tratan de ponerse de acuerdo para reducir el aumento de la temperatura global en 2º C.  

La predisposición a conseguir un compromiso vinculante y definitivo para la reducción de emisiones contaminantes, permite albergar algo de optimismo sobre resultado de las conversaciones. Técnicos de las distintas delegaciones trabajan estos días para encontrar la forma de solucionar este gravísimo problema. Pero mucho me temo que los acuerdos, como en ocasiones anteriores, no serán cumplidos.

El calentamiento global, debido a la contaminación, está provocando el deshielo de los polos a un ritmo inasumible. Si no se toman medidas con carácter de urgencia, ciudades costeras de todo el mundo se verán afectadas,  y algunos estados insulares serán tragados por el mar.

Fuertes intereses impiden mayores avances para resolver un problema tan serio. Las medidas a tomar para deducir los efectos de gas invernadero, además de coste económico, tienen un coste social y otro político. No será fácil, por tanto, ponerse de acuerdo. Está demostrado que, para abordar un problema tan serio, no basta la buena voluntad de los estados, a través de las firmas de sus dirigentes. Es la fuerza de la ley quien, únicamente, puede aportar soluciones.

Solo una normativa coherente, acorde con la gravedad de la situación, sería capaz de invertir la tendencia. La imposición de fuertes impuestos por contaminación, que no hicieran rentable la explotación de determinados recursos, sería una fórmula válida para modificar algunas conductas que hacen tanto daño al medio ambiente. Además, se daría un fuerte impulso a las energías renovables, cuya expansión se ha frenado en beneficio de otras energías contaminantes. 

Hemos avanzado demasiado, sin advertir las graves consecuencias que ha provocado nuestra forma de vida. Para su sostenimiento, se ha hecho necesaria una explotación agresiva de los recursos. Hoy, sin tiempo que perder, nos vemos obligados a reducir la basura que hemos arrojado en el mismo lugar donde vivimos.

Ha tenido que ser la propia Naturaleza, a través de sus heridas, quien nos diga que no habrá impunidad. El daño que le hemos ocasionado,  tiene un efecto bumerán sobre nuestra salud. Pero, somos tan poco inteligentes que, hasta en las enfermedades, encontramos negocio. Grandes beneficios genera la defensa de nuestra salud. Todo forma parte de un círculo vicioso; de una noria que gira sobre el eje del egoísmo.

Hay una naturaleza que defender y admirar, pero el dinero y el poder, todo lo corrompen.

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