OPINIóN
Actualizado 04/12/2015
Xabier Picaza

El Adviento comienza con una profecía emocionada de paz:

«De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra» (Is 2, 2-5; cf. Miq 4, 1 ss.)

Estas palabra ofrecen un programa y camino de paz, en este Adviento 2015, un tiempo de violencia que va de París a las fuentes del Eúfrates, de la República Centroafricana a Roma, donde acaba de llegar el Papa, diciendo que da gracias a Dios porque en el Vaticano ya no esté Lucrecia Borgia, bella dama, utilizada como peón de ajedrez entre caballos y torres peores.

Ha empezado la cumbre del clima de los poderosos, que ayer evoqué... y me parece importante que el Papa haya dicho que "no está Lucrecia Borgia", indicando sin duda que ella está (excusa no pedida acusación manifiesta).


Pienso que lucrecia no ha salido jamás del Vaticano, no la Borgia (que fue al cabo mejor que muchos pues ella amó y fue amada en Ferrara, donde la recuerdan con cariño, tras haber tenido siete hijos; cf. imagen de Pinturicchio), sino otras, y en especial este nueva lucrecia cuyo nombre aparece en los periódicos, como he podido constatar repasando la prensa italiana (con RD de ayer).

Está ella, nueva "lucrecia", con un eclesiástico hispano, al que llamaré también "lucrecio", cuyo nombre salta en los periódicos, como amante seducido o simple, con un fondo de dineros y engaños, amores y despechos, que terminan siendo más sabrosas que cualquier baja novela, en tono de farsa.

No sé si hay culpable (él, ella, los dos, o ninguno, sino otros de fuera, que siempre se aprovechan), traídos y llevados por un ambiente donde es normal que estas pasen, pues hay humanidad y dinero en medio. Dentro de unas semanas dictarán sentencia los jueces. Dios les (nos) guarde a todos confesados.

Desde ese fondo, en ese contexto, quiero elevar una palabra de paz y justicia en este Adviento, deseando el desarme y un acuerdo sobre el clima y, ya en tono menor, quiero otro cambio de clima en el mismo Vaticano donde debe cerrarse un Banco, con dineros secretos y lucrecios/lucrecias hispano-italianos (la combinación antigua), hacen lo que hacen (¡el mundo es así!)... Quiero un cambio para que pueda hablarse de paz y evangelio desde el Vaticano.

Dios de Adviento, deseo de paz

En otro tiempo, muchos israelitas habían pedido a Dios que les ayudará en la Guerra Santa y así luchaban, confiando en que el mismo Dios les daría la victoria. Pero el profeta de Is 2, 2-4 les pide que crean, sin hacer guerra, sin entablar batalla, siguiendo el modelo de Ex 14-15, cuando los fugitivos de Egipto habían confiado su defensa a Dios y Dios les había liberado.

Pues bien, en otro tiempo, el signo de la liberación había sido el paso por el mar, a pie enjuto (mientras se ahogaban los enemigos). Ahora, en cambio, el signo de paz es un niño, en quien se encarna la promesa de Dios.Desde aquí se entiende la profecía del Emmanuel, en cuyo contexto se sitúa Is 7, 13-14:

«Porque un niño nos ha nacido,
un hijo nos ha sido dado?
y se llamará Admirable Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Is 9, 6).

En este ambiente surgen y se entienden las palabras más consoladoras y exigentes de la utopía pacificadora de los israelitas que han renunciado a las armas para defenderse. Al lado de Dios, no hay lugar para las armas, pues Dios lo ha creado todo a través de la Palabra (Gen 1), no por medio de algún tipo de guerra. La Palabra de amor crea (es Dios), la guerra destruye (no es divina).

El Dios israelita no tuvo que luchar cuando creaba el mundo; tampoco los israelitas habrán de hacerlo, como muestras las palabras centrales del manifiesto ya citado:

Al final de los tiempos estará firme el Monte de la casa del Señor...
hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos.
Dirán: venid, subamos al monte del Señor;
él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas...
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra
(Is 2, 2-5; cf. Miq 4, 1 ss.)

Iglesia en Adviento, una tarea de paz, con lucrecia/lucrecio al fondo

La Iglesia está comprometida a ofrecer y enseñar la paz de Jesús, desde los pobres y excluidos, no con pactos de Estado, ni con grandes palabras, sino con el testimonio de su vida. Educar en la paz mesiánica no es para ella algo secundario, una asignatura más, sino su propia esencia.

Es importante la doctrina, pero mucho más importante es el testimonio de la Iglesia, que puede y debe presentarse como educadora de paz, no en teoría, sino en la misma calle de la vida, desde los más pobres, como hizo Jesús, iniciando con ellos un camino que lleva a Jerusalén (paz mesiánica).

De esta educación para la paz, propia de la Iglesia y de otros grupos religiosos y sociales, depende el futuro de la humanidad. O aprendemos a vivir en en armonía, firmando y cumpliendo acuerdos mundiales sobre la superación del hambre y la defensa de la tierra, o acabamos matándonos todos.

Pues bien, en este contexto quiero evocar el caso de los "lucrecios". Con su humor catártico, el Papa Francisco ha dicho que ya no está Lucrecia Borgia por el Vaticano (gobernando de hecho los dineros del papado, como dicen las historias que hizo la antigua, antes de irse de ama de casa a Ferrara). El Papa añade (¡gracias Francisco!) que no le preocupa ni el quita el sueño el relato de las "relaciones" (al parecer bien confesadas) de la lucrecia actual con su amigo/enemigo el lucrecio hispano, "vecino del pueblo del OPUS DEI, que se ha desentendido (¿vergonzosamente?) del caso.

La historia no es claras, está sub iudice, y las cosas pueden ser distintas, como se verá cuando llegue la sentencia, que ayer se se atrasado de nuevo, porque la "lucrecia" busca mejor abogado, a lo que tiene pleno derecho. Me da lo mismo el resultado del juicio, y desearía fueran inocentes (y engañados) Lucrecio y Lucrecia (con relaciones íntimas o sin ellas, con chantaje o sin chantaje, con venta de documentos secretos o sin venta..., que eso son negocios de este viejo mundo, y siempre ha sido, desde que lo conozco y soy viejo).

Lo que me interesa es que el Vaticano deje de ser Banco, con los problemas morales y sociales que ello implica. Lo que quiero es que la cúpula de la iglesia católica tenga la cuentas claras, diáfanas y transparentes, y administre sus dineros (¡que por otro lado no son tantos!) cualquier banco normal de Italia o de otro lado, cuentas rápidas, ligeras, al servicio de la caridad (es decir, de los pobres de la República Centroafricana, por poner un ejemplo), de forma que no pueda haber por allí nuevas lucrecias y lucrecios.

Eso supone que debe "adelgazarse" hasta el límite el dinero y la cuantía de la administración vaticana, que no necesite dineros ni bancos... ni Estado propio, ni jueces distintos...

Está en marcha la reforma de la Curia Vaticana (que a mi juicio debería ser desaparición en su forma actual, y no reforma)... y espero que llegue a buen puerto, como dijo ayer Francisco. Al lucrecio y lucrecia de este caso les deseo suerte para vivir en verdad y en amor, quizá mejor fuera de la estructura vaticano... y que sus posibles relaciones íntimas no "impliquen" al nombre de la Iglesia.

Pido,por otro lado, a los periodistas que no escarben en secretos (¡por otra parte bien conocidos, casi todos...), y al Vaticano que no tenga secretos que pueden ser vendidos por un poco de buena "carne" o de dinero, que Jesús no los tuvo (Jn 15, 15). Y pido a todos que podamos prepararnos con luz clara en este tiempo de Adviento.

La Enseñanza de Sión ¿Vaticano?: Una educación para la paz

Y con esto vuelvo al tema importante del principio. No se puede hacer la paz sin cambio económico y sin superar las instituciones de violencia del Estado y de otros grupos sociales, pero esa superación no se puede hacer por guerra, sino a través de un diálogo entre todos los grupos sociales y con un compromiso especial de los creyentes (los que creen en Dios o en la Realidad suprema, como Paz).

No se puede hacer la paz sin un cambio cultural y político? y, sobre todo, sin una transformación radical de las personas, superando el teatro puro de unos partidos políticos pensados como mercado de engaños mutuos y máquinas creadas para tomar el poder.

No hay educación para la paz sin un fuerte desarrollo afectivo y un intenso compromiso a favor de los niños etc (en esta línea habría que seguir desarrollando todo lo anterior).

La educación para la paz no es una asignatura escolar (aunque pueda serlo), sino un proyecto y programa de vida, de niños y mayores, a favor del ser humano, un proyecto que puede y debe expresarse ya como una huelga activa, universal no-violenta, pero muy intensa, en contra de las instituciones y sistemas que se oponen al despliegue de esa paz.

El único realismo es aquí la utopia de la paz. No podemos ser "realistas violentos", buscando un pacto entre los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación?), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos. Hay que pasar de la política de los pactos a la "ruptura mesiánica de Jesús, a la paz del Monte Sión/Vaticano, fundada en el perdón y la concordia, en el regalo de la vida.

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