OPINIóN
Actualizado 02/12/2015
José Antonio Benito

Se acerca la gran fiesta de la Inmaculada y no puedo por menos de recordar la capilla de mi alma mater y el cuadro "La jura de los doctores ante la Inmaculada" de Cacciániga, que nos ilustra acerca de la práctica del juramento de la verdad de fe sobre Mar

Se cumplen 160 años de la definición dogmática de la Inmaculada en 1854. Con motivo del 150 aniversario, la doctora Águeda Rodríguez Cruz, experta en el estudio de la historia de la proyección de la Universidad de Salamanca en América, compuso una bella oración en la que sintetiza su historia y devoción. Agradezco su envío y se la comparto con mucho gusto.

Ayer estuve en la Catedral de Lima y pude contemplar esta bella talla que ilustra el artículo; es de mi paisano Bernardo Pérez de Robles, (1621-1683) el mismo que hizo la popular del Cristo de la Agonía de PP. Capuchinos de Salamanca. 

         María, Madre nuestra, los universitarios salmantinos aquí reunidos, en esta jornada de oración, querernos unirnos a los universitarios de ayer para honrarte, alabarte,  en el misterio de tu Inmaculada Concepción.

         Y lo hacemos en este recinto evocador, de gran riqueza histórica, lleno de recuerdos de una vida universitaria  donde la dimensión mariana  tuvo una presencia intensa, apasionada, vibrante...

          Tú sabes, María, que la Universidad de Salamanca fue la primera en promover la práctica de hacer un juramento de enseñar y  de defender este misterio, aunque no fue de las primeras en establecerlo, por las controversias de escuelas. La Universidad también se interesó ante el Papa,  a ruegos de Felipe III, por  su  definición  dogmática, feliz declaración de Pío IX, de la que ahora celebramos los 150 años. Igualmente  quería proclamarte como Patrona, siguiendo una larga tramitación, y  por distintos lugares de su ámbito académico quiso ver tu imagen. De este  amor entrañable por Ti,  y por tu misterio, nos han quedado  valiosas muestras artísticas, como la de este cuadro de Francisco Cacciániga, que contemplamos esta tarde  con fervor.

          Ante este hermoso lienzo, en el que resplandeces llena de luz, en vuelo inmaculado, azul y blanco, donde tan bellamente te pintó Cacciániga, queremos recordar  aquel  claustro del 2 de mayo de 16l8, en que la Universidad aprobó la fórmula  del juramento, proclamándose como  la  "muy devota y aficionada"  de Nuestra Señora. Se sentía aficionada a tí! 

          Recordamos también, Madre Inmaculada, que el estatuto del juramento se celebró con solemnes fiestas el 28 de octubre de este año de 1618.  El secretario leyó la fórmula en castellano y   las autoridades académicas y todos los claustrales prestaron el juramento. Es lo que fundamentalmente se ha querido representar en el cuadro que contemplamos, para perpetua memoria. Este juramento lo tenían que   hacer  también todos los que se graduaban en la Universidad y los catedráticos al tomar posesión de su cátedra.

Las universidades hispanoamericanas, que siguieron las pautas de la nuestra salmantina , especialmente las de Lima y México, también te quisieron mucho, María,  y se entusiasmaron con tu misterio, que celebraban con fervoroso culto y esplendor literario.

          Un distinguido universitario de Lima,  Diego de León Pinelo, a mediados del siglo XVII, describió con brillantez la entrañable devoción de su Universidad por tí. De entre sus expresivas  frases subrayamos esta noche aquella en que te decía: "Oh  María, que doquiera eres María, doquiera piadosa, doquiera misericordiosa, guárdanos, dirígenos...".

        María, nosotros  en esta tarde, en esta vigilia  de amor, queremos revivir y compartir los sentimientos, el fervor, de nuestros compañeros universitarios  que tanto te amaron y honraron. Queremos como ellos estar aficionados a Ti. Que esta afición por ti , el trato contigo, nos haga mejores, nos lleve a la conversión, nos arrastre en pos de Ti. Así llegaremos a reproducir tu imagen en nuestra vida, porque si hay roce hay copia, y si hay contacto hay imitación.

        Te pedimos también que seas siempre María para nosotros, piadosa, misericordiosa, que no nos falte nunca esta confianza  en tu amor y desvelo por tus hijos, y   ayúdanos a imitarte, siendo comprensivos y misericordiosos con nuestros hermanos.

 

   Tú, Madre, eres la buena tierra, la tierra inmaculada donde germinó el Mesías. Eres la tierra inmaculada  que ha producido el mejor fruto,  tu Hijo Jesús,  la tierra que le ha acogido con amor maternal  para entregarlo a la humanidad.

         En este Adviento, recién estrenado, queremos estar a tu lado, esperar a Jesús contigo. Queremos que no sea un Adviento más, sino que marque profundamente nuestra vida.  Concédenos un poco de tu tierra inmaculada silenciosa para saberlo acoger como tú,  y darlo luego a nuestros hermanos, llevarles su mensaje de paz y de amor. Danos un poco de tu tierra inmaculada silenciosa para acampar y esperarle en recogida oración contemplativa.

         Por eso te decimos, parafraseando al poeta: Mi alma te suplica, tierra hermosa, fresca rosa, le des favor, le des calor, como a chica mariposa. En ti, posando, reposa... ¡Oh  María!, de mí sin ti qué sería?

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