Hace tiempo que a "El topillo" le llamaron la atención las diferentes varas de medir que venían utilizando los representantes de Ciudadanos en las instituciones que el PP gobierna en minoría gracias a su calculada abstención. La intransigencia mostrada por los concejales del partido naranja en algunos ayuntamientos contrasta sobremanera con la laxitud con las que actúan en otros.
Notable ejemplo de lo anterior es la hostilidad que viene mostrando el partido de Albert Rivera con el gobierno municipal que encabeza Alfonso Fernández Mañueco en Salamanca, actitud en abierto contraste con la obsequiosidad con la que trata al gobierno municipal que encabezaAntonio Silván en León. Así, mientras en la ciudad helmántica los concejales naranjas no dudaron en compartir con Ganemos la iniciativa de solicitar una comisión de investigación sobre la policía local, en León los ediles de Ciudadanos no se han sumado al acuerdo conjunto del resto de la oposición de reprobar al concejal Pedro Llamas, el edil del PP puesto en la picota por iniciar las obras de un restaurante sin disponer de la pertinente licencia municipal.
Esta diferente vara de medir había levantado ciertas suspicacias en el sentido de que pudiera obedecer a una estrategia marcada desde determinado ámbito de poder del PP, que estaría utilizando su influencia sobre el delegado autonómico y portavoz parlamentario de Ciudadanos,Luis Fuentes, para ablandar o endurecer la postura del partido naranja en función de determinadas filias o fobias.
A dichas suspicacias (tampoco está pasando inadvertido el entreguismo de C´s en la Diputación de Valladolid) se han sumado las que ha levantado en las Cortes la reciente y fallida iniciativa de Ciudadanos de proponer la disolución de la Fundación Villalar-Castilla y León. ¿Quién está teledirigiendo desde el PP al bizcochable Fuentes en contra del propio PP? Hay quien sospecha -y "El topillo cree que no sin fundamento- que los hilos los estaría moviendo exactamente la misma mano que mece la cuna-diván (Pedrouve dixit) del presidente Juan Vicente Herrera. Sin duda, se trataría de una inequívoca prueba de la galopante descomposición política del "régimen" instaurado en Castilla y León hace la friolera de 24 años.