OPINIóN
Actualizado 30/11/2015
Alejandro López Andrada

Como animales tristes nos cruzamos y no decimos nada. Así es la gente. Corren las sombras ágiles, vetustas, entre los arrayanes y las celindas. Voces amplificadas en el silencio. Tres bicicletas suben por mi espíritu. Se alza la luz de la hojarasca y vive por un instante dentro de mis ojos. Me hago preguntas que antes no me hacía. Gacelas diminutas, removidas por un turbión de viento son las hojas las que saludan. Nadie las atiende. No obstante, una me acoge y la interrogo mientras las ascuas de la tarde gimen. El parque, antes celeste, ya es violeta. Las hojas muertas me hablan de la vida, de nombres que se fueron y aún están.

Fotografía: Susana Maldonado

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