OPINIóN
Actualizado 26/11/2015
Enrique de Santiago

El mundo no está loco, por más que muchos así lo pensemos o creamos. Sencillamente, el mundo está dividido en dos: los que han vivido la Edad Media, la superaron y alcanzaron la dignidad de las personas, reconociendo la personalidad de la mujer, del esclavo, que perdían su cosificación para alcanzar el alma divina de un Dios cristiano; y los que se acomodaron en una mentalidad pre medieval y que observan el Califato de Córdoba como un momento de superación intelectual, religiosa y poder del mundo musulmán que no son capaces de, como hicieron en aquel momento, alcanzar estadios superiores, de forma que la mujer sigue siendo un ser menor, el pater familias sigue poseyendo un poder cuasi divino y la vida no vale absolutamente nada.

   Existe un mundo que progresó en el cristianismo, por más que joda, que superó la Inquisición, avanzó intelectual, social y económicamente, que descubrió otros mundos, que el indígena también era un ser humano, generó el núcleo del Derecho Internacional y los Derechos Humanos, que creció en todos los aspectos de la vida, y un mundo anclado en el pasado, que mantiene estructuras, formas, modos y mentalidades propias de las Cruzadas, que se desarrolla en el mundo musulmán.

   Los textos religiosos no son ni más menos intransigentes. Dios, Alá, Buda, o como quieras denominar al Ser Supremo, no son ni mejores ni peores, no imponen más o menos exigencias a sus seguidores; sencillamente, los hombres, que se han desarrollado bajo la exigencia de un determinado modo de observar el mundo, han sido capaces de superar situaciones o no. Cristo nos insufló el amor al prójimo y con él nos indicó la fórmula de sobresalir de los problemas e integrar el mundo hacia la modernidad.

   Cada vez que alguien repudia su pasado judeocristiano, olvida todo lo que ha aportado esa cultura a la nuestra y cómo ha conseguido el reconociendo del ser humano frente a la cultura islámica. No es un problema de Dioses, sino de culturas, de superaciones o ahondamientos.

La tercera guerra mundial comenzó hace tiempo entre el mundo judeocristiano y el mundo islámico, entre occidente y el Califato Islámico radical. No se puede identificar Islam con terrorismo, ni cristianismo con paz; pero, con fe o sin ella, la cultura de uno y otro lado ha prosperado en lo que es hoy cada una de esa parcelas y, la defensa de una u otra, nos determina el lugar que ocupamos en la guerra que, nos guste o no, existe en este momento.

Simplifiquemos, por más que injusto, ¿Eres moro o cristiano? Tú decides, pero sé consciente de que ahora no puedes quedar al margen y tu decisión te coloca en un lado u otro de la contienda, que no caben medias tintas, eres de los que cortan la cabeza o de los que la usan en defensa de la libertad.

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