OPINIóN
Actualizado 23/11/2015
Jotamar

En román paladino dícese de aquellos personajillos que, porque les da la gana y les pone, se dedican a pintarrajear las paredes de la ciudad con burdas leyendas y tonterías; y de estos existe una cuadrilla de mucho cuidado que además se jacta de lo hecho, por las noches duerme plácidamente y al día siguiente sale de nuevo a la calle en busca de otra pared que mancillar con total impunidad. Sorprende la facilidad que tienen estos tontos de capirote para alcanzar alturas, subir a los tejados y llegar a lugares poco accesibles; en ocasiones tal parece que fueran montañeros perfectamente pertrechados de cuerdas y ganchos para una escalada.

Son hábiles en el manejo del bote de spray y la pintura, aunque sus escritos no tengan ni pies ni cabeza, como ellos, y la letra O la hagan mal con un canuto. Les recomiendo largas sesiones tumbados en el diván de una consulta, para así, con ayuda de un experto, descubrir que es lo que quieren hacer con su vida los próximos treinta años. Y si de descubrir hablamos, no creo que sea difícil para la policía local saber la identidad de la mayoría de estos salta tapias, hasta el que suscribe conoce a alguno, para una vez llevados que fueren ante la autoridad, allá te van tres mil del ala y a limpiar la pintada con prontitud.

El Ayuntamiento, con la aquiescencia de todos los concejales, veintisiete son y se me antoja una cifra excesiva, el consistorio, digo, y tantos ediles van a endurecer las penas y las cantidades monetarias para castigar estas bobadas. Me gustaría que en los próximos días anunciaran que cazaron a un par de ellos y que, no sólo pasaron por caja, sino que todos podemos conocer su filiación, aunque tal como está la ley no se permita dar más que las iniciales. En el interim, que decían los latinos, le rogaría al señor regidor y a sus compañeros en los escaños plenarios, que aprueben con urgencia una partida presupuestaria para limpiar paredes, tapias, garajes, fachadas y monumentos que los del capirote que señalamos anteriormente han dejado como unos zorros. Podría ser que más tarde, y tomando como ejemplo el Barrio del Oeste, con un cursillo y la financiación suficiente podíamos reciclar a dichos personajillos para convertirlos en verdaderos  artistas.

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