OPINIóN
Actualizado 22/11/2015
José Luis Puerto

En pocos lugares de nuestro continente, se respira mejor lo que es Europa, lo que Europa significa que en París. Es un espacio urbano en el que han dejado hermosas huellas ?a veces también terribles, es verdad? la historia y la cultura, el arte y la creación literaria.

   No son pocos los ejemplos que podríamos poner sobre tales manifestaciones, que son ya paradigmas de la civilización, de los resultados más altos que el ser humano ha creado como valiosas aportaciones a lo mejor de nuestra especie.

   Podríamos ir estableciendo una cadena algunos de cuyos eslabones más significativos, desde los tiempos medievales hasta hoy mismo, pasarían por Abelardo y Eloísa, Pascal, Descartes, la Ilustración y sus decisivas aportaciones en terrenos tan diversos como la nueva organización de la sociedad y del estado, hasta las letras y las artes, el romanticismo y simbolismo decimonónicos, o, en fin, el existencialismo (Camus, Sartre, Simone de Beauvoir), las propuestas del estructuralismo y del nuevo pensamiento franceses (Lévi-Strauss, Lacan, Derrida, Foucault y varios otros).

   Y toda esta constelación civilizadora ha irradiado al mundo desde París. Sin olvidar esas dos revoluciones decisivas (la de 1789, con sus irrenunciables valores de libertad, igualdad y fraternidad; o la de mayo del 68, que trajo un aire nuevo a la vida occidental) que tuvieron también a París como epicentro.

   Percibimos que todas estas valiosas aportaciones ?y otras, cuya enumeración sería muy larga? constituyen muros duraderos y eficaces contra la barbarie, contra la incultura del terror y de la muerte de inocentes y justos.

   En la medida en que seamos capaces de asimilar, interiorizar y expandir todos los valores que irradian de aportaciones como las indicadas, estaremos levantando los muros más eficaces contra la barbarie.

   Muros que no han de ser nunca los de la guerra, cierres de fronteras u otros que nos conviertan en sociedades cerradas y oscuras; ya que las aportaciones más decisivas de Europa al mundo consisten en crear sociedades abiertas, libres, críticas, marcadas por el espíritu de la luz, de las luces, de la razón, frente a cualquier forma de barbarie.

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