OPINIóN
Actualizado 21/11/2015
Rafael Muñoz

En esa vida que, a veces, nos parece como un gran solar sin postes indicadores, en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontes perdidos, nos gustaría dar con puntos de referencia, hacer algo así como el catastro para no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamos vínculos, intentamos que sean más estables los encuentros azarosos.

Patrick Modiano

Yo leo para saber que no estoy solo, que vivo en comunidad, que hay algo fuera de mí que me afecta, que clama por mi atención. Y leer es escribir con los ojos.

Ilan Stavans

The Pilllow Book (fotograma)

El próximo martes tenemos previsto reunirnos, en torno a una mesa, unas cuantas personas que solemos darle a la tecla por diferentes razones. La idea es charlar entre nosotros y con aquellos de ustedes que decidan acercarse a la Biblioteca Pública Casa de las Conchas, para ensayar diferentes respuestas, reflexiones y comentarios ante lo que suscite la pregunta que encabeza el encuentro ¿Qué leemos mientras escribimos? Que reformulada de otra manera se preguntaría sobre qué tipo de lecturas alimentan nuestra necesidad de escribir o de expresarnos, tanto en papel como en formato digital.

Las personas convocadas tenemos una relación con la escritura que va desde quien escribe literatura infantil, tiene en su nómina un conocido premio y gestiona un blog sobre creación literaria, hasta ese factótum que alimenta una genial bitácora sobre música (+programa de radio) y realiza un gran trabajo, no solo como bibliotecario en la USAL, pasando por un periodista cultural que escribe, y lo hace bien, sobre cine y la literatura, sin olvidar la presencia de un gestor cultural con un blog de referencia obligada, que afortunadamente no se queda sólo en programas y cifras, y la mediación cultural en el ámbito infantil representada en una especialista que cree en su eficacia hasta el punto trabajar en y para ella; por último estaría el que esto escribe, que se siente tan 'excedido' por la lectura y los libros (en el sentido teresiano del término por aquello de que estamos de aniversario), que cada semana insiste en hacérselo saber a todos ustedes mediante diferentes propuestas.

La disculpa para ponerse a hablar con ustedes es la presencia en ese espacio bibliotecario de la exposición Revistas culturales: el papel de la diferencia, que organizada por la Asociación de Revista Culturales de España_ ARCE, ofrece al visitante un recorrido por algunas de las más representativas publicaciones sobre cultura y pensamiento publicadas en nuestro país, sumando información sobre su trayectoria, junto a una serie de actividades y encuentros durante la celebración de la muestra.

Cuando me he puesto a reflexionar sobre la pregunta que se nos plantea, tenía claro que habría muchas formas de abordarla; cabía un recorrido personal sobre lo que la lectura de revistas como Triunfo, Quimera, El viejo topo, Dirigido por, Scherzo, Le Monde Diplomatique y CLIJ, entre otras, han supuesto y suponen para mí en el encuentro con la información, el diálogo y la confrontación argumental sobre los temas que siempre me han interesado, pero me horrorizaba poder caer en una cierta melancolía que no resultara útil ni a ustedes, ni tan siquiera a mi persona.

Dice el siempre interesante Gabriel Zaid que el verdadero acierto de una publicación editorial es poner en medio de una conversación un texto, y tengo para mí que podría ser una buena definición del objetivo último de este tipo de revistas. Si a esto sumamos la segunda acepción que el DRAE hace del vocablo Revista: Segunda vista, o examen hecho con cuidado y diligencia, como ejemplo que evidencia la profundización en los temas que ofrece estas publicaciones culturales y  de pensamiento, se podría entender el porqué de su imprescindible presencia como necesario alimento para nuestro magín.

Pero hay algo más, piensa uno, en lo que se refiere a la lógica de su existencia (y más con la que 'está cayendo') , me refiero a su ineludible función de avanzadilla o trinchera (depende del momento) en la elaboración de ideas o manifestaciones culturales que se trabajan, casi en silencio, de espaldas al 'ruido' circundante, para darse a conocer como acicate o punto de fuga, que nos permita a sus lectores transitar por caminos todavía sin hollar.

La lectura de revistas sería de este modo una especie de detonante intelectual, y encontraría su espacio y sentido entre la fugacidad de la información diaria y la densidad de un libro de ensayística; actuaría como  puente entre una y otra.

Pero atravesar los puentes no suele ser cosa de un solo individuo (la gente los pasea también con otros, y con diferente ritmo), ni tampoco se mueven en una sola dirección, se cruzan; suele ser un ir venir continuo de pasos y murmullo de conversaciones.

Entraría aquí otro de los elementos que con seguridad saldrán en la mesa: los diálogos que surgen en el hábitat digital a través de revistas en la red, blogs que hablan de arte, cultura y pensamiento y, por qué no, perfiles de Facebook y cuentas de Twitter, donde también se expresan y se buscan este tipo de conversaciones.

Es cierto que a consecuencia de su versatilidad, y desconozco si debido también a su relativamente corta vida o a la falta de asentamiento y reposo para reflexionar sobre ellos, surgen a veces una plétora de seguidores y adversarios en defensa de sus posibles bondades o peligros que, en su enconamiento argumental, suelen producir más distorsión que otra cosa.

Hasta el punto de hacer que Carlos A. Scolari, profesor y especialista en la comunicación en medios digitales, se pregunte con cierta retranca ¿Está naciendo una nueva figura híbrida, el "apocalíptico-integrado", un intelectual que reniega de ciertas tecnologías y deplora sus efectos pero, al mismo tiempo, las utiliza todos los días?, actualizando la referencia a un texto que en su día puso de relieve dos posiciones opuestas ante la irrupción de la llamada cultura de masas o popular frente a la nominada como haute culture.

En dicho texto, obra del gran semiólogo y después novelista de éxito Umberto Eco,  cuyo título sin duda les resultará familiar: Apocalípticos e integrados, encontramos referencias que pueden resultarnos útiles para entender una cuestión que sin duda sería interesante que aflorará en el encuentro de la semana que viene:

[?] toda modificación de los instrumentos culturales, en la historia de la humanidad, se presenta como una profunda puesta en crisis del 'modelo cultural' precedente; y no manifiesta su alcance real si no se considera que los nuevos instrumentos operarán en el contexto de una humanidad profundamente modificada, ya sea por las causas que han provocado la aparición de aquellos instrumentos, ya por el uso de los propios instrumentos.

Esta y otras reflexiones me llevan a una serie de cuestiones que les planteo a vuelapluma:

¿Existe verdaderamente la conversación cultural en este espacio de redes? ¿Cómo se manifiesta y concreta? ¿Disponer de medios y herramientas como el audio y el vídeo, además del texto escrito, favorece o costriñe la comunicación cultural? ¿Estamos hablando de otras formas de lectura y por tanto de otras maneras de comprender nuestros contextos? ¿Debemos hablar de cambios o de pérdidas en estos nuevos intercambios? ¿Sería prematuro establecer conclusiones?

Y por empezar a alimentar el debate, creo poder afirmar que no va con nosotros lo de 'prietas las filas' o la 'dirección única': me refiero a los seres humanos; ni tampoco lo de los saberes monolíticos (paradójico ya en su construcción lingüística), porque su viabilidad en sociedades como las nuestras, donde la hibridación es marca de la casa desde hace siglos, carecen de sentido.

Juntos, sí, y también revueltos, con las cabezas 'ardiendo' en ideas, alimentadas por textos, en papel y en pantallas, en revistas y en libros, en audio y en vídeo.

¿Qué opinan ustedes?

Rafael Muñoz

 

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