OPINIóN
Actualizado 21/11/2015
Tomás González Blázquez

Apenas diez días antes de viajar a León o Valladolid para examinarse, miles de profesionales de Enfermería, en Castilla y León y allende nuestras sonrojantes fronteras autonómicas, incendiaron sus grupos de whatsapp acordándose del Consejero de Sanidad, del Ministro de Hacienda, de los sindicatos, de los colegios, o un poco de todos los que habían tocado vela en este entierro de las oposiciones para obtener una plaza fija. Convocatoria anulada. Ocasión perdida. Tiempo, en cierta medida, desperdiciado. Planes y cálculos que ya no cuadran.

 

Miles de médicos vivimos una situación parecida, aunque no teníamos fecha ni siquiera publicación oficial. Muchos compañeros asisten desde hace meses a clases presenciales, otros siguen cursos a distancia, la mayoría hemos hecho hueco en casa al temario y dedicamos algunas horas a estudiarlo. Ya no veremos la convocatoria prevista. Quizá otra, con una oferta mucho menor de plazas, con menos posibilidad de acceder a una de ellas. Quizá?

 

Los que no sabemos nada de mesas de negociación, ni de comisiones de servicio, ni de juntas de personal y comités de empresa; los que intentamos ejercer la profesión lo mejor que podemos pero nos reconocemos ignorantes en asuntos administrativos; los que de gestión sanitaria sólo conocemos lo justo y necesario, pero ni es nuestro estricto deber ni mucho menos nuestra salvación; apenas pedimos que podamos fiarnos de que, quien ejecuta las leyes, las conozca y se atenga a ellas; de que, quien tiene la tarea de vigilar y controlar, vigile y controle; de que los de ahí arriba no hagan diagnósticos atolondrados o pongan tratamientos a voleo. No pedimos milagros.

 

¿Sería descabellado soñar con que en esta España nuestra, cada año y no según decidan cuando convenga en cada chiringuito autonómico, todo profesional pudiera optar a las plazas que quedan libres por jubilación, fallecimiento u otro motivo? ¿Que cada año, en fecha anunciada al comienzo del mismo, hubiera un examen nacional para optar a esas plazas, y un concurso de traslado para aquellos propietarios de plaza que desearan cambiar? Criterios generales y transparentes, a salvo de componendas, de tratos con truco y de acuerdos bajo cuerda. La normalidad y la igualdad para todos los trabajadores públicos, sea cual sea su región. Esto no se lo he oído en ninguna algarada o marea a sindicalistas y políticos, de toda sigla, que pasaran por allí. Como si tener diecisiete sistemas sanitarios fuera la panacea.

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