OPINIóN
Actualizado 21/11/2015
Soledad Murillo

La violencia siempre es cruel. Un golpe seco que lo cambia todo. Muchas personas se preguntan en las redes sociales, si hay víctimas de primera o de segunda clase. No sería justo pensar en un valor diferente de la vida, todas son irrepetibles y no merecen sesgarse por depredadores del rifle, a causa de banderas o creencias. El horror se multiplica cuando ni siquiera se la intuye, cuando nadie se levanta pensando que hoy tiene las horas contadas, como ocurre en países en conflicto, donde urge ponerse a salvo y todo vale para huir de un exterminio, como hacen miles de refugiados.

Matar en lugares tranquilos e inmunes a la violencia es una lección de poder, un escarmiento. Nick Alexander tenía 38 años, había abierto un local de música, invertido esfuerzos y ahorros en un sueño, se fue a celebrar a la Sala de Música Bataclan el éxito de su local, cada vez más conocido en un barrio humilde de París. Maxime Bouffard, había empezado farmacia, pero lo suyo era la industria audiovisual y con 28 años no iba a perderse un concierto, se quería hacer ese regalo, les dijo a sus amigos. Como Elodie Brouiel, estudiaba diseño. Esa noche se iba de fiesta, y no es para menos, con 22 años las noches de los viernes llegan hasta el día siguiente. Priscilla Correia trabajaba en FNAC, la tienda de libros y música que todos conocemos, de padres portugués y madre francesa, sólo contaba con 33 años. Con un año menos, Alain Denuit acaba de terminar su tesis doctoral y tenía un taller de arte, donde enseñaba gratuitamente escultura. Djamilia Houd no estaba en la discoteca, sino trabajando. Era la camarera en una terraza del café, que el buen tiempo se había encargado de llenar. Otro sitio donde nadie espera que nada amenace su vida, pero donde fueron fusiladas, entre muchas otras víctimas, dos hermanas de menos de 34 años, Halima y Hooda Saadi. La primera era madre de dos niños de 3 y 6 años.

En Bataclan también estaba una pareja de españoles, Ángela Reina y Juan Alberto González. Ella ha sobrevivido, terrible palabra cuando a quien más quieres se ha transformado en tu pasado. Y ha compartido su experiencia a través de una carta que ha hecho pública: "oímos disparos y como él iba delante de mí, al tirarnos al suelo yo caí entre sus piernas, me tape la cabeza y me intentó proteger. Luego se incorporó y se quedó sentado, le vi como mareado me dijo algo que no pude entender. La gente empezó a correr y Alberto no pudo moverse. Me levantaron y me sacaron de allí. No me dejaron volver a buscarle. Yo estoy segura que me quiso proteger". Así, hasta 133 personas ejecutadas en París. En 1936 en Salamanca, Miguel de Unamuno en un paraninfo se enfrentó a un integrista, que desde otro fanatismo, gritó: ¡Viva la Muerte! Hoy todos sentimos el mismo asco y rechazo a quienes nos quieren convertir en trofeos de guerra.   

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