En los buscadores de Internet Dios, como palabra, tiene alrededor de 300 millones de entradas, que ya son entradas aunque ya se sabe lo relativos que son estos números. Y hoy al llegar al artículo nº 100 en este espacio de Salamancartv, lo elijo como tema de mi reflexión. De todas formas, desde que tenemos memoria Dios, en tantas y tantas de sus presentaciones, ha sido levantado en alto por miles y miles de generaciones y otras tantas lo han dado por muerto y liquidado. Y por enésima vez, qué pasa hoy: ¿está vivo o sigue muerto?
Sigue valiendo la pintada callejera recogida por E. Galeano: Marx ha muerto, Dios ha muerto... y yo me encuentro muy malito. Está ya muy gastada por tanto uso pero sigue valiendo su ironía para ahorrarme unos cuantos párrafos. Porque pienso que Él, a pesar de su presunta muerte y de mis olvidos ciertos, sigue gozando de una salud envidiable. Y ha estado siempre ahí aunque demasiadas veces hemos echado sobre él velos de silencio y capas de olvido que lo han hecho parecer inexistente. Y por lo tanto inútil. Aunque lo de inútil puede decirlo de Él también el teólogo más fino. Quizás por esa supuesta, nunca mejor dicho, inutilidad nos cuesta poco dejarlo groseramente a un lado como si no existiera. Torpes e insensatos?
Y de hecho basta observar por encima nuestra sociedad para descubrir que por dejación o por descuido, bajo la presión de los trabajos y los ahogos o en medio de los gozos y quehaceres de la vida la mayoría de los ciudadanos lo han relegado a la cuneta de su mundo. Sin darse cuenta han doblado la esquina y no volverán a encontrarse con Dios. Recuerdo el estremecedor poema de Cavafis, aquel que empieza y termina confesando Sin darme cuenta en torno mío han levantado altas murallas? y sin darme cuenta me tapiaron la vida. Y yendo más allá, o más acá, mirándome, pienso en no pocos que creen en Dios y lo afirman y lo adoran y lo invocan? para acabar viviendo como si Dios no existiera.
A pesar de todo la pregunta por la vida y su sentido sigue en pie como primigenia pregunta por Dios; la formulaba Borges, en unos versos certeros como tantas cosas suyas: ¿Qué arco habrá arrojado esta saeta / que soy? / ¿Qué cumbre puede ser la meta? Da la impresión de que sin Dios, la vida es un sindiós, sin sospechar de qué fuerza vengo y a qué cima asciendo. O de otra manera y siguiendo al mismo autor: Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?
Bien, ahí estamos. Lo que sigue pretende ser un mínimo y respetuoso alegato en favor de Dios vivo, del Dios de Jesucristo. No es un dictamen, sino una elección entre inteligente y amorosa, entre crítica y rendida. O ambas cosas
Desde mi extrema debilidad confieso a Dios, seno y espacio donde nacen y se mueven mis días; raíz de todos los orígenes y fuente de todos los principios; Dios, alma y aliento de todos los pasos y pasiones; término de todos los caminos y definitivo remanso de cuanto vive y crece. Dios, siempre.
Dios, siempre más grande, siempre más acá y más allá, siempre más cerca y más lejos, siempre más semejante y más diferente, siempre más encarnado y siempre más transcendente. Dios, siempre.
Dios del este y el oeste, del sur y hasta del norte. Dios rubio y moreno, inaccesible y fácil, negro y blanco, alto y bajito, varón y mujer, legal e ilegal, afirmado y negado, oculto y revelado... Dios, siempre.
No un Dios arma, azucarillo y placebo y sí un Dios raíz, razón y horizonte; no un dios desconocido y sin rostro sino un Dios revelado y con perfil; no un dios sin voz ni voto sino un Dios presente, que opina y vota; no un dios sin nombre ni verbo ni adjetivo y sí un Dios que se ha puesto nombre y apellidos; no un dios que es múltiple y vario, todo y nada sino un Dios personal, trinitario y con identidad contrastada; no un dios anónimo, afónico y anodino y sí un Dios lleno de nombres, hecho voz y conocedor de todos los caminos. No describo, sino creo y afirmo.
Y como aguja de marear para no perder el horizonte de Dios estos cuatro puntos cardinales que, entre otros mil, me tomo prestados como pequeño equipaje final:
* Mira y escucha: El mundo es ruidoso y mudo, poetas, sólo Dios habla. A.Machado Proverbios y Cantares
* Él va conmigo: Sepan en todo caso que Él, mientras navegamos, nos observa. Juan José Millás. El País, 19 enero 2001
* Transcendiéndolo todo: Por detrás, por detrás, más allá. Pedro Salinas. La voz a ti debida
* Véante mis ojos: Para ver a Dios hay que cerrar los ojos o recibir de él unos ojos nuevos. O. González de Cardedal La Entraña del cristianismo
Y si alguien quiere seguir este rastro le invito a entrar en la vieja web que subí hace años a la red, le sorprenderá: www.alrostrodedios.com
Y acabado el espacio disponible, me felicito y confieso que, como mejor puedo, miro, escucho, me siento acompañado, me alzo de puntillas y, sabiéndome indigno de tanto don, deseo ver su Rostro? ¡Ay si pudiera!