No quiero apropiarme del título que le he dado a este artículo. Es el título de una interesante monografía del novelista y ensayista Ignacio Martínez de Pisón, que sirve de epílogo a la obra colectiva (10 trabajos de otros tantos expertos) coordinada por el historiador Julián Casanova, titulada "40 años con Franco" y publicada recientemente.
Mi intención no es plagiar, sino citar y recomendar lecturas interesantes como esta, que nos acerca a la realidad política, social, cultural, económica y costumbrista de las 4 décadas del régimen franquista. Parece que ha transcurrido mucho tiempo desde que murió el dictador, aunque, en realidad, la losa de su recuerdo es aún más pesada que la lápida que cubre su sepultura en "El Valle de los Caídos", porque no sólo se alzó en armas contra un régimen democrático y constitucional como fue el de la Segunda República, sino que después de finalizada la guerra -en la teórica paz- el odio y la venganza hacia el disidente fue su funesto y lúgubre programa de gobierno: miles de ejecuciones sumarísimas al amanecer y en las tapias de los cementerios, exilio, persecución y depuración, haciendo añicos los sueños y las esperanzas de miles de españoles, simplemente porque pensaban de otra manera.
Como consecuencia de esa inmisericorde persecución, España perdió a una inigualable generación de intelectuales: escritores, poetas, filósofos, políticos, médicos, científicos y artistas que habrían convertido a nuestro país en un referente intelectual de primera magnitud y los que se quedaron sufrieron la guillotina de la censura y la vigilancia permanente. Como ejemplo de esa tristeza, Miguel Hernández (que murió de tuberculosis como preso político en la cárcel de Alicante) dejó escrito en sus muros: "Adiós hermanos, camaradas y amigos, despedidme del sol y de los trigos". Y, en "Vientos del pueblo me llevan", finaliza el poema con los siguientes versos:
Cantando espero la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas
Y, aunque llevamos ya tantos años sin Franco como los que éste dirigió los designios de España con mano de hierro, aún quedan más de 114.000 cadáveres de republicanos en fosas comunes y en cunetas, cuyos descendientes tienen derecho a que el Estado les devuelva sus restos mortales para que reciban el funeral digno que se merecen, como todo ser humano. La ley de Memoria Histórica, de 2007, posibilitaba ayudas a las asociaciones de víctimas del franquismo para que pudieran emplearlas en abrir fosas comunes, entregar los restos a sus familiares y dignificar su enterramiento, pero el Gobierno de Rajoy (quién tanto anima a todos a cumplir la ley y que él y su gobierno incumplen cuando les conviene) suprimió todas las ayudas quedando derogada de facto la referida Ley.
A este respecto me han parecido desafortunadas las declaraciones que el cantante Bertín Osborne ha realizado (encabronado según sus propias palabras) en un programa de radio, al pedirle a las víctimas del franquismo que se olviden de ello, diciendo que a él le habían matado a 7 tíos en Paracuellos y sí se ha olvidado de ello. También olvida este señor que las víctimas del bando rebelde ejecutadas fueron rescatadas de las fosas comunes, debidamente honradas y homenajeadas en su momento, mientras que las del bando republicano siguen sumergidas en la trastienda del más humillante abandono. Recordemos que el último informe sobre derechos políticos y civiles del Comité de Derechos Humanos de la ONU manifiesta su preocupación y denuncia el inmovilismo del Estado Español a la hora de investigar activamente todas las violaciones de derechos humanos del pasado e insistió en que la búsqueda, exhumación e identificación de las personas desaparecidas ha sido muy deficiente.
Me parece interesante la promesa que Albert Rivera (líder de Ciudadanos) ha hecho de dotar de medios a la Ley de Memoria Histórica y apoyar las exhumaciones de las víctimas que están enterradas en fosas comunes y en las cunetas. Es una deuda que el Estado tiene con las víctimas y que hasta ahora ningún gobierno ha asumido.