OPINIóN
Actualizado 20/11/2015
Juan Robles

Hubiera preferido afrontar hoy cualquier otro tema que no fuera éste. Pero las circunstancias mandan y la realidad se impone. Y algunos temas pueden esperar, pero otros se imponen en el tiempo y no admiten espera.

Y ¿cómo enfrentar el tema de los asesinatos de París, fruto de los atentados bestiales que tenían lugar el pasado viernes en la capital francesa?

Yo escuchaba las tertulias de la noche que recogen los acontecimientos del día y tratan de desentrañarlos valiéndose de especialistas en los diferentes temas. De pronto, una interrupción: algo extraño está ocurriendo en París en las inmediaciones del estadio de Saint Denis, donde se desarrollaba el partido amistoso entre Francia y Alemania.

La noche fue revelando las aristas de los acontecimientos y aclarando que se trataba de un planteamiento de tres comandos diferentes perfectamente sincronizados, que pretendían infundir el terror en Francia y en los países europeos y occidentales, dando pruebas de su potencial y de las posibilidades de repetir los atentados en cualquier otro acontecimiento público.

Con el resultado pretendido de infundir el miedo en los pueblos y poner en jaque a los políticos y a las fuerzas de seguridad, en este caso de la Comunidad Europea. En la práctica, el partido de Saint Denis se pudo continuar y llevar hasta el fin. Pero no ha ocurrido así con los partidos, también amistosos, entre España y Bélgica, y entre Alemania y Holanda.

Por lo demás, las reacciones de los países afectados, particularmente Francia, han sido fuertes y unánimes. Y las reflexiones de los estados están poniendo en claro que esa unidad debe seguir fortaleciéndose y haciéndose más efectiva. De hecho, Francia ha declarado ya que estamos en guerra y ha tomado decisiones perentorias de bombardeos al estado yihadista Isis, y toma contactos con Rusia, con Estados Unidos, y con los otros países de la Comunidad con el fin de tomar acciones de guerra, y otras acciones políticas, de común acuerdo.

En los ciudadanos y la gente de calle las reacciones están siendo contradictorias y muchas veces incongruentes. El miedo está causando sus efectos. Si es verdad que ha sido admirable la reacción de franceses y otros ciudadanos europeos, y aun estadounidenses, que se han mostrado cantando unánimemente y con entusiasmo el himno nacional francés: "Allons, enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivée", otras reacciones han llevado a un primer rechazo de la política de acogida de los refugiados de Siria y otros países con violencias y persecuciones, y a las exigencias de un endurecimiento de las políticas de seguridad, especialmente en lo que se refiere a las fuerzas policiales y militares.

En Bruselas, un barrio de musulmanes y árabes está siendo demonizado por los indicios de que quizá el principal organizador de los terribles atentados y algunos de sus colaboradores parecían proceder de ese barrio. Pero los mismos habitantes del barrio salen a la calle a protestar por el peligro de que se acuse a todos los habitantes de ese lugar como si todos fueran terroristas.

París vivió ya el atentado de la revista de humor, frente a cuyo desastre todos nos sentimos Charli: "Je suis Charli". Ahora algunos ya confiesan que todos somos París, o incluso que todos somos Francia. De hecho, lo que hoy les toca vivir a ellos, mañana puede tener lugar en nuestras propias fronteras.

¿Guerra de culturas? ¿Guerra de religiones? En realidad, se trata de una guerra sin cuartel entre la cultura de la democracia y la libertad, frente a la cultura de la violencia y del absurdo antihumano. Pero la dimensión religiosa no es del todo ajena, porque los camicaces que se inmolan para causar los desastres de los atentados, confiesan hacerlo en el nombre de Alá. Claro que los musulmanes de buena voluntad protestan y condenan los incalificables asesinatos grupales.

En su tiempo se hizo célebre la famosa frase de "París bien vale una misa". Los yihadistas están evidentemente ajenos a todo lo que pueda significar una o muchas misas. Pero sí confiesan realizar sus desmanes por Alá, y confiando recibir el premio del cielo y de las huríes como paga por sus terribles acciones que, frecuentemente, terminan con la inmolación de los mismos activistas.

Si la guerra de la venganza santa ha comenzado, al menos en una nueva y significativa etapa, esto está exigiendo que comience también la coordinación, la investigación conjunta y la unidad de acción, superados los nacionalismos, individualismos, ideologías e intereses particulares. Todos vamos en el mismo barco y, o nos salvamos todos, o todos habremos sucumbido, al menos para una etapa larga de nuestra historia.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >París bien vale una misa por Alá