OPINIóN
Actualizado 18/11/2015
Manuel Alcántara

Las ciudades no son solo lugares, también son momentos. Hay viajeros que se desplazan para conocer espacios mientras que otros exprimen hasta el último segundo la circunstancia por la que fueron a un sitio lejos de su casa. En muchos casos se da una combinación de ambos escenarios, estar al tanto de la novedad desconocida hasta entonces que supone una determinada zona y vivir una experiencia que brinda el instante más o menos dilatado de un lapso existencial. Al final, viajar siempre es coquetear con una de esas alternativas y conduce a acumular banderitas sobre los puntos que marcan las cartografías señalando donde se estuvo, o a mantener una bitácora de viaje que relata lo corrido.

Apenas si había estado treinta y seis horas antes en Medellín cuando tengo la oportunidad de regresar. La que fue hace algo más de una década la ciudad más violenta del mundo, el enclave de Pablo Escobar,  reconquista poco a poco el tono vital de una urbe donde la convivencia es aceptable, la gente ha recuperado los espacios públicos y el tradicional carácter emprendedor de su población, los paisas, hace de ella y del departamento de Antioquia, de la que es capital, una región de indudable prosperidad y de notable futuro. Esta vitalidad se proyecta igualmente en su condición de anfitriona de una gran conferencia latinoamericana y caribeña de ciencias sociales que da cita a más de veinte mil entusiastas participantes.

Un programa ambicioso despierta el interés de jóvenes venidos de toda Colombia, pero también de países vecinos. Integra a una gran cantidad de actividades entre las que se encuentran conferencias magistrales que se llegan a celebrar simultáneamente hasta en número de trece. La convocatoria congrega a ex presidentes como Lula, Mujica o el local Samper, junto con intelectuales bien conocidos en América Latina, especialistas en distintas áreas como la antropología, la ciencia política, la sociología o la economía. La expectación se percibe desde las largas colas de quienes se sienten partícipes de un evento único hasta el apasionamiento en los debates. Hay ilusión por intentar comprender las claves del presente y las incógnitas del futuro. Un ambiente de trascendencia viene configurado por un conjunto de momentos fugaces con vocación de permanencia. En la radio del taxi en el que viajo escucho el rezo del rosario vespertino, un contrapunto de otro momento acorde con la naturaleza de la ciudad.

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