OPINIóN
Actualizado 17/11/2015
Fernando Robustillo

Hace poco, cuando éramos pequeños, eran tiempos en los que te decían: "cuando los mayores hablan, tú te callas", con lo que la desobediencia estaba penada de tal forma que por un simple conato "de no me da la gana" te podía caer encima un cachete, una bol

La desobediencia en los tiempos a los que nos referimos tenía un recorrido mayor que el ámbito familiar, ¡ya hubiéramos querido!, puesto que aún nos duele el guantazo que nos propinó un frailón por pedirle el incienso cuando el órgano ya iniciaba los primeros acordes. Se lo habíamos pedido antes, lo prometo, pero? bueno, nos pidió disculpas y aunque nos quedamos con la "guantá" al final lo perdonamos: ¡a ver qué íbamos a hacer!, se trataba de un fraile, aunque fuera una injusticia divina. Cuántas veces no nos habían ayudado ellos en la oprobiosa confesión de los siete pecados capitales, unos pecados que, si quitamos la avaricia y la envidia, que por defecto de fábrica no conocimos, de los demás siempre fuimos un orgullosos pecadores: en la soberbia por la rebeldía, "para que la injusticia no nos fuera indiferente"; en la gula, por si llegaba un día y prohibían aquellos asados tan exquisitos; en la pereza, porque cuando estabas al sol te mandaban a la sombra, o al contrario, y así no existía "dios" que se aclimatara, y, por fin, quedaba la lujuria, ese pecado-pecado "de la pradera" del que muy pocos, sin forzar la libertad de otra persona, hemos tenido propósito de enmienda. Quedaría la ira, pero eso es cosa de algunos políticos o jefes amargados y nosotros de eso no sabíamos ni sabemos nada.

Hasta aquí la prehistoria de la desobediencia. Y quizá alguien pregunte: "bueno, y qué". Pregunta razonable si no explicara que la "desobediencia" está de moda y todos sabemos que sintoniza con algunos pecados "capitales". Y hoy uno de los pecados "capitales" que lo ensucia todo es el de la corrupción. Un problema que subyace como un socavón y que puede hacer añicos nuestra convivencia. Salvemos al país, no salvemos a las personas. Que se salven ellos, que nadie es imprescindible, y en clave religiosa, si hace falta echar a los mercaderes de los templos, democráticamente deben ser expulsados para que se defiendan ante la Justicia.

Pongamos el ejemplo y hagámonos una pregunta: ¿Después de las rebajas de noviembre, algo inaudito en estas fechas, qué pondrá sobre la mesa el señor Mas el 9 de enero, siendo éste un mes propicio para las rebajas? ¡Que Dios nos coja confesados!

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