Dedicado a Miguel Ángel Aguilar, tertuliano ejemplar, despedido como columnista de "El País" por hacer una reflexión crítica sobre el periodismo actual.
Una de las actividades intelectuales más enriquecedoras ha sido la práctica de las tertulias en lugares cerrados de concurrencia pública: en bares, cafeterías y restaurantes, acompañadas de un café, una copa o un buen vino. Para algunos nostálgicos de la nicotina (ahora que está prohibido fumar en lugares públicos), también al olor del humo de un buen cigarro habano.
Cuenta la tradición que, en España, algunos aristócratas de la corte del rey Felipe IV se reunían con cierta frecuencia para estudiar las obras del teólogo erudito del cristianismo Quinto Septimio Florente Tertuliano y, a partir de ahí, a esos investigadores se les comenzó a denominar "Tertulianos". Posteriormente, en las academias literarias del siglo de oro, como "La academia de los nocturnos", en Valencia o "La casa de Pilatos", en Sevilla, se discutía sobre las letras, las ciencias, el derecho o la medicina.
Y, como no, en los siglos XIX y XX proliferaron los establecimientos donde acudían los intelectuales para intercambiar sus conocimientos y reflexionar sosegadamente. En Madrid, lugares como los cafés "Gijón" y "Comercial" han sido claves en la literatura contemporánea. En ellos se reunían desde escritores como Machado, Lorca, Jardiel Poncela, Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, hasta toreros como Ignacio Sánchez Mejías o personajes emblemáticos de la canción, como Celia Gámez.
También en Salamanca, ciudad universitaria por excelencia, floreció la buena costumbre de las tertulias literarias y un lugar emblemático en los siglos XX y XXI lo es el "Café Novelty". Unamuno hizo del Novelty un lugar de tertulia diaria, al que también acudían personajes relevantes de las letras, la filosofía y la política de la categoría de Ortega, Antonio Tovar, Umbral, Martín Gaite o Torrente Ballester. El equipo de fútbol de la Unión Deportiva Salamanca se gestó en una tertulia del Novelty, lo mismo que la emisora de Radio Nacional de España en Salamanca, fundada por Dionisio Ridruejo. Las tertulias fomentan el espíritu crítico, la tolerancia para las ideas ajenas, el respeto y la amistad y enriquecen la cultura y el conocimiento.
No es extraño que personajes herméticos y sombríos como Rajoy recelen de las tertulias. Lo digo porque el pasado domingo en un acto de precampaña electoral (ahí están las hemerotecas) manifestó en tono despectivo su repulsa a partidos políticos nuevos (Ciudadanos y Podemos) porque, según él, han surgido en "las tertulias". No mintió al asegurar que su formación política, el PP, "no nació en ninguna tertulia". El PP (antigua AP) fue gestado por Fraga y por otros ex ministros de la dictadura (Cruz Martinez Esteruelas, Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente, López Rodó y Gonzalo Fernández de la Mora), partiendo de la filosofía y postulados de la ideología franquista de los últimos años, no del ideario del nazismo alemán o del fascismo italiano de los años 30 y principios de los 40 (eran conscientes que las potencias del Eje perdieron la guerra contra los aliados), pero sí del de la guerra fría de los 60 y 70. Aún en esos años el régimen de Franco era duro e inflexible, recordemos la tortura y muerte de Julián Grimau, las ejecuciones del anarquista Puig Antic por medio del garrote vil o los últimos presos políticos fusilados en septiembre del 75.
En el acto de presentación de AP, Fraga manifestó que creía en la democracia, pero "en una democracia con orden, con ley y con autoridad". Efectivamente, con orden y la autoridad y lo demostró en ese periodo (1976) cuando siendo ministro de la Gobernación no permitió las manifestaciones del "Primero de Mayo", cuando decía que la calle era suya, o cuando ocurrieron los graves sucesos de Montejurra (dos muertos, a manos de militantes de extrema derecha), o los de Vitoria (5 obreros muertos por la Policía Armada, cuando salían de una Iglesia).
En ese escenario se creó el partido de Rajoy por quién había sido meses antes ministro del gobierno presidido por Arias Navarro (el del famoso "Franco ha muerto" pronunciado en televisión aquélla mañana del 20-N, hace ahora 40 años).
El PP no germinó en las fecundas tierras de las tertulias, como tampoco lo ha hecho el disparatado acuerdo del Parlamento Catalán por el que "Juntos por el Si" y la "Cup", -sin tener la mayoría absoluta de los votos de los ciudadanos catalanes-, han decidido iniciar los trámites de una hipotética y esperpéntica independencia de Cataluña. Porque es cierto que "los extremos se tocan". Tan sectaria es la política de Artur Más como preocupante el inmovilismo del gobierno de Rajoy, que ahora está recogiendo las tempestades de aquéllos vientos que sembraron los miembros del PP cuando reclamaban firmas por todo el país en contra del Estatut (una norma aprobada por una abrumadora mayoría en el Parlamento Catalán y en las Cortes Generales) y que sus aduladores mediáticos en las ondas y en las páginas de sus periódicos, lo ampliaron al boicot de productos catalanes en algunas campañas navideñas.