OPINIóN
Actualizado 14/11/2015
Fructuoso Mangas

Mientras escribo se suceden las noticias desde París. Decenas de muertes, decenas de vidas violentamente cortadas, decenas de familias y decenas y decenas de amigos con el corazón en vilo o llorando ya la muerte del que aman?  Noche triste en París y en el alma del mundo y en el corazón de cada uno de nosotros.

Por eso y muy lo primero por delante de cualquier otra idea o sentimiento, me revisto de luto de lesa humanidad y confieso mis lágrimas ante tanta muerte y tan gran desgracia. Lágrimas por los muertos y por cuantos los lloran y lágrimas también porque este mundo que es mi casa me parece esta noche más oscuro y dramáticamente cargado de sombra espesa y mortal. Así no se puede vivir, así no se respira. Por eso me pongo de negro por mi mundo y acredito mis lágrimas por tanta esperanza rota y perdida.

Y además, pero bastante detrás, me digo que habrá que seguir esperando y creyendo en la buena gente que inunda la tierra en todos los continentes, tierras, religiones, pueblos, ideologías y colores. Y cada paso atrás  deben hacer más urgentes y más firmes los pasos adelante que desde hace venimos marcando generación tras generación. Seguimos empujando la historia, mal que nos pese y mal que les pese a los que ponen palos en la rueda del progreso humano y de la convivencia en libertad y respeto. Ahí estábamos ayer, ahí seguimos estando hoy y ahí seguiremos estando mañana.

Y por si acaso nos hiciera falta esta consideración, me digo a mí mismo y a quien pudiera hacerle falta que este acto de un grupo de bandidos asesinos, lo hagan en nombre y razón de quien lo hagan, no debiera enturbiarnos la vista a causa de las lágrimas, que sepamos ver algo más allá y no extendamos la condena a los que no tienen parte ni culpa. Millones y millones de musulmanes son gente de paz, viven la bondad y el bien y merecen alta consideración y el mismo respeto que ayer. Espero que estos malvados, ¡Dios les perdone!, no me sirvan de pretexto para señalar, condenar y lapidar a todo viviente que en algo se les parezca. Espero que no y pongo cuidado para que así sea.

Sigo escuchando las noticias, es ya de madrugada y sigue creciendo el número de víctimas. Mi luto se hace más negro y las lágrimas del alma anegan páginas, teclado y el suelo que piso.

Antes de cerrar esta reflexión, miro a mi Dios y me quedo en suspenso antes de decirle, muy humildemente, lo que me sale del corazón? Me voy a hablar con él, a ver qué piensa de todo esto y de mi luto y de mis lágrimas?

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