OPINIóN
Actualizado 11/11/2015
Mª del Carmen Prada Alonso

Hay un servicio de atención médica en el 112 que no es para emergencias graves y que hace unos años fue publicitado a través de carteles en las salas de espera de los consultorios y hospitales. En dichos carteles se aconsejaba que, antes de acudir a urgencias, se llamara al 112 al servicio de consulta médica, donde se atendería al posible paciente.

Ya hace tiempo que dejé de ver estos carteles, y supongo que en parte se debe a eso de que se nos da el pie y tomamos la mano, llegando a recibirse llamadas de lo más variopinto, como información de teléfonos, farmacias de guardia, etc. Quiero referirme solo a los casos reales y precisos de atención médica que son los que nos llevan a las salas de urgencias de los centros sanitarios.

El proceso es muy sencillo: nos sentimos mal, llamamos al 112 y pedimos que se nos pase con consulta médica. Una vez nos han tomado los datos necesarios, pasan la llamada al personal sanitario, cuya misión es comprobar nuestro estado a través de los síntomas que describimos y por las preguntas que se nos hacen.

Posteriormente nos diagnostican y nos dan las pautas a seguir, o bien se nos remite al hospital si estiman que es necesaria la asistencia directa.

La finalidad de este servicio es evitar o paliar en lo posible, la saturación de enfermos en urgencias.

Están a la orden del día las quejas que se producen en los hospitales por las largas esperas que hay que soportar. Si muchos de estos enfermos hubieran llamado al 112, a lo mejor no habrían tenido que ir al hospital y sufrir este inconveniente.

Estamos en época de gripes y resfriados, que producen saturación en los servicios de urgencias. No solamente podrían evitarse estas esperas, sino que también evitaríamos el más que posible contagio producido por enfermos que están continuamente tosiendo, con el agravante de que la mayoría ni siquiera observa las más elementales normas de higiene (por ej. ponerse un pañuelo en la boca) expandiendo sus virus a diestro y siniestro sin el menor pudor.

Evitemos, pues, acudir a urgencias en la medida de lo posible, utilizando coherentemente estas facilidades que se nos dan, y no solo evitaremos incómodas esperas, sino también la posibilidad de llegar con un mal y salir con dos.

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