OPINIóN
Actualizado 11/11/2015
José Amador Martín

Cuando a un poeta le pedimos que defina su poesía, tenemos que pensar en que al hacer esta petición pueden surgir dos respuestas: que es indefinible o que se sienta con el poder necesario para definir la suya . En ambos casos si hace lo uno o lo otro, se consideraría que la está limitando en su ilimitud o que a la propia poesía que es un lenguaje abierto, se cierra. 

El poeta, cada poeta, puede, al definir su poesía, abarcarla y hacerla inabarcable. Esta totalidad es también quebrada y fisurada,  como consecuencia de una medida que del todo resulta inmedible.

En cualquier caso su palabra resulta de la  "Sinceridad del decir", Sentimiento interior en el que existe la labor del poeta, en el que se expresa el poeta, aunque la propia existencia es entonces territorio  en el que se expresa desde sí mismo y que termina siendo melancolía del que ya no puede sentir de nuevo lo mismo porque la percepción ha cambiado y el sentimiento se ha transformado y se hace recuerdo y desde el recuerdo se convierte en  memoria, para expresar lo visto, lo comprendido para hacer expresable lo inexpresable. Lo expresable, entonces, nace del alcance de lo que se expresa. Gesto de lo circunstancial que se observa. Nada más. No decir más. No es necesario. De lo que Eluard, dice: "El recuerdo desaparece, pero la conciencia perdura".

Es por sí mismo el poema y en sí mismo el poeta, una percepción del mundo y su territorio, una manifestación de su sentimiento que, como tal, resulta indefinible e inmedible.

 

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