OPINIóN
Actualizado 10/11/2015
Cipriano Pablos

El Estado, que debe ser el guardián y promotor del bienestar general, legisla y codifica en exceso aspectos de la vida privada y menosprecia cuestiones fundamentales de la convivencia.

Nada más lejos de mi voluntad que hacer comparaciones. En todo caso lo haré sin acritud. Y tengamos presente que el cerdo tiene muchas cosas buenas, no sólo la sucia costumbre de revolcarse en el lodo y hozar en la mierda.

El panorama que tenemos frente a nuestros ojos no es nada limpio. Y nuestros ojos los podemos dirigir en cualquier dirección. En todas encontraremos algo que limpiar. No me quiero referir sólo a los políticos, sino a todos los estamentos sociales, porque en todos encontraremos puntos oscuros y comportamientos nada aconsejables.

Hemos perdido el respeto a las normas de convivencia, no tenemos temor al castigo que conllevaría cualquier infracción punible. Cada día es más habitual pretender conseguir por la fuerza lo que nos proponemos, o saltarnos las normas establecidas, sin importarnos lo más mínimo las consecuencias. Este camino no puede llevarnos a buen destino, ni muy lejos. El Estado, que debe ser el guardián y promotor del bienestar general,  legisla y codifica en exceso aspectos de la vida privada y menosprecia las cuestiones fundamentales de la convivencia.

La sociedad  va enfermando día a día y los enfermos están en todas las capas que la conforman. Lejos de atajar con firmeza y resolución los problemas, una metástasis devoradora se va apoderando de sus entrañas. Siempre se encuentran resquicios en las leyes para demorar y aminorar las penas, al tiempo que el profesional del delito o quien no tiene temor a delinquir, si viene al caso, campe a sus anchas. La democracia debe salvaguardar los derechos de todos y ser muy severa con quienes los desprecian.

No podemos asistir cada día a la tara social de la violencia de todo género sin hacer algo más provechoso y eficaz que lo que se hace. Los delitos se están cometiendo a plena luz del día, arma en mano, como si esto fuera el más genuino oeste americano.

Y la violencia verbal de la que se hace gala en tantos medios de comunicación por parte de profesionales, de "bienpagaos" y de políticos metidos en faena electoralista, no es para dejarla de lado. Ganar la poltrona a base de descalificar al contrario, sin demostrar o exponer lo que cada uno pretende hacer, cómo y con qué medios, es el juego sucio que debería estar desterrado, después de tantos años de democracia, o lo que sea esto. Estar hozando en la mierda que tiene el contrario o la vida de otros los hace semejantes a los cerdos, con la ventaja que estos nos regalan buenos y exquisitos alimentos.

La avaricia de unos, el egoísmo y la egolatría de otros no se pueden convertir en el "modus operandi" de andar por la vida, en nombre de la democracia y la libertad y de no sé cuántos valores, que se pregonan y no se tienen. Los cerdos no saben mirar al cielo. Sus miras van a ras de tierra. No aspiran a más. La persona tiene que aprender a volar con el sombrero que se lleva el viento y no quedarse encallada con el zapato que se hundió en al fango. 

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