OPINIóN
Actualizado 10/11/2015
Fernando Robustillo

A veces nos da por pensar y terminamos relacionando la Sagrada Familia con tantas "sagradas familias" que se marcharon a Cataluña desde cualquier lugar de nuestra geografía. Uno siente como si los duendes juguetearan con nosotros y tanto hombres como muje

No me gusta citarme, pero entre relatos y poemas, en mi último libro, "Camina, no corras", publicado en 2013, no me pude sustraer con un texto y un poema por la afinidad que nos embarga la agraciada tierra catalana.

Así decía el texto:

Al parangonar mi historia y la de Cataluña, enseguida me viene al encuentro el Cine, sobre todo aquel Noticiario en blanco  negro que se llamaba NO-DO. Recuerdo en especial los reportajes sobre la riqueza de Cataluña, con gran alarde de fábricas echando humo; una propaganda y una realidad de aquella Dictadura que necesitaba una Cataluña rica y poblada de charnegos. Extremadura no tardó mucho en seguir aquel camino, y como pueblo trashumante, con billete de ida y pensamiento de vuelta, se marchaba a Cataluña sin moverse de España. Hasta allí marcharon 150.000 extremeños a dejarse la piel, amigos que no tenían nada contra Cataluña y sí a favor de Extremadura: volver un día y colocarla a su altura. Sin embargo, echaron raíces y la vuelta se postergó. Hoy son catalanes y extremeños y nadie sabe si Cataluña merece un referéndum, varios, ninguno o uno en toda España.

Y así decía el poema:

KATALUNYA

Catalunya es el mar ausente de Extremadura.
Cuentan los viejos que una ola de sirena atadura
arrastró de sus casas familias pasas como la uva,
de brazos caídos y sin tareas, pero no rendidas.

Ola que los llevó a un extremo de la propia patria
y el destino les ha señalado horizontes nuevos,
e ilusionados muchos querrán la independencia
de su tierra, de sí mismos y de sus propios abuelos.

Otros, los más, con sudor habrán pagado ya la estancia,
y con Catalunya seducida por la "arturmasa",
solicitarán la doble nacionalidad con renuencia.

Si ésta no se concede, cientos de almas extremenyas
quedarán sin billete de vuelta en tierra extraña,
que ayer fue tierra propia, que ayer fue España.

Reflexión:

A partir de aquí, queda un espacio infinito para la cordura. Romper un jarrón chino, un cuadro o una catedral es tarea sencilla; lo difícil es su construcción. Maragall diagnosticó la enfermedad de Cataluña, pero como la historia se repite, entre la "puta" España y Barrabás, "Junts pel sí" ha elegido a este último. ¿A ver cómo contentamos a ese 52 por ciento que se declara creyente de una Cataluña dentro de España? Es de esperar que en esta carrera independentista la sensatez impere y no se conviertan en dos bandos lo que hoy son dos opciones.

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