OPINIóN
Actualizado 10/11/2015
Joaquín Araújo

 

La gran humedad que ya fertiliza los suelos nos trae otro de los grandes acontecimientos naturales del año. Mientras avanza la desnudez de la arboleda, las setas van propiciando esa siempre grata sorpresa de la infinita productividad de nuestros bosques. Aunque no habrá pradera o baldío que no tenga sus champiñones, cuescos de lobo, corros de bruja, coprinos barbudos, amanitas, boletos... Y si los hielos no ordenan la retirada queda más de un mes para encontrar alguna de las seiscientas cincuenta especies más comunes en nuestro ámbito, aunque tenemos como mínimo cuarenta y cinco mil especies diferentes. Las últimas típulas, nuestro mosquito más grande, copulan y ponen sus huevos.

Mariquitas, chinches hediondas, arañas de patas largas, coleópteros acuáticos, cochinillas de la humedad, hormigas y abejas silvestres se unen en apretujados pelotones y buscan el cobijo de piedras, troncos y oquedades para pasar el invierno. Muy diferente camino está siguiendo la mariposa de los robles, que inicia ahora su ciclo vital. Se nos llenan lagunas y embalses de anátidas, gaviotas y garzas. Se marchan los últimos grandes migradores, entre los que figuran los buitres leonados, los últimos en irse hacia África. Comienza la invernada de los murciélagos. Para los inclinados a la botánica hay todavía más flores que encontrar: la campanilla de otoño y la salvia verbenácea, por ejemplo.

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