OPINIóN
Actualizado 07/11/2015
Manuel Lamas

¿Te has dado cuenta, cómo la Naturaleza, ha sido generosa al procurarnos placer en aquellas actividades que no debemos descuidar para mantener la vida? De otra forma, omitiríamos tales funciones y la especie humana podría extinguirse.

Así, a través del alimento, aportamos los nutrientes que el cuerpo necesita. Con la ingesta de líquidos, queda garantizada su distribución por todo el organismo. Por medio del descanso, renovamos diariamente nuestras fuerzas. La actividad sexual, prolonga la vida, de generación en generación. Y, con el ejercicio físico, fortalecemos la salud. Todas estas acciones producen placer.

Pero, de la misma forma que tales funciones resultan estimulantes en la medida precisa,  generan importantes disfunciones y no poco dolor cuando sobrepasamos los límites.

Fue muy estricta la Madre Naturaleza al fijar las fronteras. La rigidez de sus condiciones, nos aportan más dolores de placeres. De manera qué, placer y dolor, son dos constantes a las que nos enfrentamos en todo momento.

Si no comemos lo suficiente, el cuerpo se debilita; si consumimos demasiados alimentos, se deforma y aparecen las enfermedades. Otro tanto ocurre con la bebida. Y, si nos excedemos con el sexo, seremos esclavos del placer y, una función saludable, destinada a prolongar la vida, puede convertirse en desarreglo mental. Así ocurre con el ejercicio físico; si os excedemos, lesionaremos nuestro cuerpo.

Como ves, todos aquellos placeres que, en su justa medida, nos hacen menos gravosa la tarea de vivir, si no sabemos administrarlos, se convierten en motivos de sufrimiento y dolor. Quizá se trata de una trampa que nos tiende la Naturaleza, al dejar bajo nuestra tutela la responsabilidad de fijar los límites.

De esta forma, nuestra libertad se convierte en el mayor obstáculo. Al no ser tutelados cuando realizamos estas funciones, pocas veces acertamos. Y, aunque nos creamos afortunados al poder elegir, resulta todo lo contrario. Tal libertad, no deja de ser abandono por quien estableció las condiciones en que habría de transcurrir la vida de los seres humanos.

Para el resto de seres vivos, utilizó la Naturaleza otros criterios. De esta suerte, los libró del sufrimiento que conlleva la conciencia de existir. Pues, aunque buscamos constantemente el bien, nunca llegamos a conquistarlo. Quizá por que lo confundimos con el placer, sin darnos cuenta que, el bien al que aspiramos, es superior a los placeres que nos aportan los sentidos.

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