OPINIóN
Actualizado 07/11/2015
Soledad Murillo

El Gobierno de las Cortes de Castilla y León ha rechazado una propuesta del principal grupo de la oposición que se basaba en emprender un cambio de la normativa de becas. El problema era el de siempre, el deficitario número de becas que se conceden para acceder a los primeros cursos de la Universidad. Tampoco se pedían grandes sacrificios presupuestarios, porque sólo se trataba de aumentar el complemento que depende de cada Comunidad Autónoma, de 350 euros a 500. Esto no significaría bancarrota alguna. Pero simplemente se ha rechazado sin más. Estoy segura que muchos de ustedes pensarán que no todo el mundo tiene que hacer una carrera universitaria. Pero también la Formación Profesional está bastante restringida. De hecho, en Salamanca ya a principios de septiembre no quedan plazas disponibles.

Lo que más me preocupa es lo rápido que se ha rechazado esta iniciativa, en ningún momento se han tomado las Cortes tiempo para hacer un estudio sobre la propuesta, tan sólo se ha destinado. Pero, desgraciadamente dentro de las reglas de la escena política, importa más quién lo dice, que lo que dice. La pregunta sería ¿cuánto nos cuesta a todos este esquema de rivalidad?  Las becas son la única forma de compensar el azar, o la mera casualidad de haber nacido dentro de una familia, que a su vez proceda de otra familia de origen,  o hayan tenido acierto en sus inversiones, o en su plan de carrera. Son tan importantes que una serie de televisión, cuyos personajes son científicos, The Big Band Theory, han querido recompensar con 4.000.000 de dólares a quienes gracias a su expediente, quieran acceder a una beca de estudios, con un argumento muy simple: el esfuerzo hay que recompensarlo y quienes tengan las mejores notas no deben depender de la nómina de sus padres o de sus madres, sino de sus ganas de seguir estudiando. 

En nuestro país, el Consejo de Estado ya dio un buen tirón de orejas al ex Ministro Wert, cuando le advirtió que sus recortes sobre las becas afectarían muy seriamente a la igualdad de oportunidades, o dicho en otras palabras, para evitar que nadie esté hipotecado a las condiciones laborales de sus progenitores. Pero la respuesta del Ministerio fue la misma que la de las Cortes de Castilla y León, se argumentó que con lo que hay es suficiente y no se aumentará  el presupuesto para becas. España ocupa el puesto 26 en inversión educativa, al mismo nivel que Trinidad, Tobago o Hungría. El talento precisa de unas instituciones que lo reconozcan y lo recompensen.  Pero esto no parece preocupar a un Gobierno que, en cambio sí ha encontrado justificación presupuestaria para conceder una excelente  "beca amorosa" al Ministro Wert, los 10.000 euros mensuales que sufragamos de su piso en Paris. El cuerpo diplomático, al que se le sufragan las mudanzas, o los cargos políticos destinados fuera de nuestras fronteras, esos sí son becarios que no necesitan de ningún buen expediente.  

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