OPINIóN
Actualizado 05/11/2015
Enrique de Santiago

En el momento presente, creo que ninguno disentiremos si afirmo que la unidad de España está en cuestión y en peligro. Las circunstancias, motivos, hechos y parálisis que nos han llevado a este momento podrán ser discutidas e imputada su responsabilidad a unos u otros, pero el hecho cierto es que estamos ante un desafío a la Constitución y al Estado de Derecho realizado por unos pocos, abanderados de todos los catalanes a los que usan como rehenes.

   Se habla del hecho diferencial catalán, de la existencia de un agravio y de la necesidad de superar la situación ante la ausencia de negociación o pacto, pero olvidan que los hechos diferenciales, en España, son el pan nuestro de cada día. Llegamos a tener hechos diferenciales entre Salamanca capital y la Armuña, o sea, que eso del hecho diferencial, de no ser por el catalán, que nadie pone en cuestión, no se ve dónde se encuentra.

   El agravio, como instrumento ideológico o teórico para la confrontación, es una necesidad científicamente; ahora bien, la comprobación empírica del mismo, en el caso catalán, no sólo resulta de imposible consecución, sino que, además, si aplicamos métodos serios, a lo mejor, lo que resulta es que el agravio se produce desde las instituciones autonómicas contra los no separatistas o contra aquellos que sólo desean educar a sus hijos en la lengua oficial del Estado Español.

   El diálogo debe de ser estandarte de todo demócrata, pero la conversación sólo y exclusivamente se puede desarrollar dentro de la más absoluta legalidad, sobre la premisa de que la negociación supone, necesariamente, la pérdida de ambas partes. En el momento presente, aquellos que defienden el proceso separatista lo hacen contra la Ley, con la imposición de sus postulados y con la amenaza de acabar con la democracia y, siempre que se produce una amenaza de tal calibre, la reacción admisible sólo pude ser la negativa, la Ley y la verdad.

   Pujol amenaza la democracia si es detenido y conducido a prisión. Pues bien, la reacción debe de ser su inmediata detención por amenazas al Estado, si hay indicio de delito a la cárcel, si hay una amenaza procédase a su detención; pero, jugar con la ciudadanía, la democracia y la libertad ni por un minuto, caiga quien caiga.

   En este momento, con todas las críticas que puedan y tengan que hacerle políticamente al Presidente de España, D. Mariano Rajoy, en la medida que nos encontramos ante un golpe de Estado, como en su día hicieron los coroneles y generales con el Rey Juan Carlos en la noche del 23-F, ahora, todos los políticos, tienen la obligación de mirar a Rajoy en posición de primer tiempo de saludo.

   Cuando nos jugamos la democracia, la libertad y España, no caben posiciones timoratas. ¡Viva España¡

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