Se colocan en cualquier parte, se olvidan y se pierden. Pero lo incomprensible es verlas en la plaza de Anaya cerrando el pequeño monolito dedicado al Camino de la Lengua Castellana, donde muchos turistas se fotografían. Y me dirán que la culpa la tienen los gamberros, tantos como hay. Eso no justifica semejante pegote porque el que es tonto de capirote, lo es siempre y cuatro vallas mal puestas no le impiden hacer de las suyas.
Me pregunto si esta es la solución de futuro en la lucha contra el gamberrismo.