OPINIóN
Actualizado 04/11/2015
Fernando Segovia

Dos mil millones de gorriones chinos fueron cazados en pocos días por orden de Mao para preservar los arrozales. Y me lo cuenta en un documental la Dos de RTVE, como tantas cosas de ese tipo. Me habría gustado hablar de asuntos curiosos como este, pero hoy, día de la proclama republicana y separatista del parlamento catalán, me siento incapaz de hacerlo. No me concentro debidamente. Lo reconozco. Mas, Junqueras y sus colegas me han dejado desganado con el invento de proclama que sueltan por su cuenta y riesgo.

    Y creo que este de hoy es el asunto de estado más serio y grave acaecido desde el célebre 23F. El caso es que ni los gorriones catalanes (ni los ciudadanos de allí) tienen culpa de que una pandilla heterogénea de iluminados tome las riendas por su cuenta y riesgo de una mayoría cuerda. Ese asalto a la normalidad institucional y la estabilidad de todos me recuerda otros tiempos. Otros modos de hacer. Arcaicos, desusados, egoístas. Eso no puede llamarse progresismo ni democracia. Es imposición pura y dura (y a ver qué sale) y pasar por el aro de unos caprichosos revolucionarios, de okupas de salita de estar, calefacción central y jubilación anticipada. Pienso que los pobres gorriones sacrificados por mandato de Mao, podrían haberse organizado mejor y haber montado al menos (con ayuda inestimable de Hitchcock o de algún asesor) una revolución a la defensiva y vender cara su muerte o su libertad. Alborotar, asustar, picar. Esas cosas que suelen hacer los pájaros. No lo hicieron y así desaparecieron todos ellos. Y, oigan, que dos mil millones no es cualquier cosa. Ahora que, con esto acontecido a día de hoy, no sé bien si los gorriones saben de fronteras o les importan asuntos de patrias y esas cosas. No lo creo.

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