OPINIóN
Actualizado 02/11/2015
Rubén Martín Vaquero

El ciprés del Abadengo

Es sabido que la bellísima comarca del Abadengo no tiene mar, mas desde siempre ha tenido faro; el ciprés milenario que se levanta a orillas del Huebra.

Sus habitantes lo reconocen como tal y cuando regresan a sus pueblos, mareados después de una breve visita a la capital, su copa estilizada y recia les anima desde el horizonte anticipándoles las fragancias de sus hogares.

Los más leídos afirman que ese árbol es la escalera por la que descienden los sueños a la Tierra desde las estrellas.

Un otoño que amaneció desatento, y algo cansado, los cielos se encelaron con él; se ignora si a causa de las miradas que recogía, y que a ellos les negaban; o por el desafío que, equivocadamente, barruntaban; o porque tenían a deshonra su lozanía. 

Despechados, encargaron a los vientos que lo arrancasen de cuajo, pero el cierzo y el ábrego se descubrieron impotentes y, tal vez enamorados, se pusieron a peinar sus largas cabelleras de héroes espartanos con sus ramas.

Los dioses, enfurecidos, alzaron el grito y los maldijeron: ¡Cuándo un gañán llegue a estas tierras y respire sus aires; se crecerá, hablará alto y fanfarroneará!

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