El ciprés del Abadengo
Es sabido que la bellísima comarca del Abadengo no tiene mar, mas desde siempre ha tenido faro; el ciprés milenario que se levanta a orillas del Huebra.
Sus habitantes lo reconocen como tal y cuando regresan a sus pueblos, mareados después de una breve visita a la capital, su copa estilizada y recia les anima desde el horizonte anticipándoles las fragancias de sus hogares.
Los más leídos afirman que ese árbol es la escalera por la que descienden los sueños a la Tierra desde las estrellas.
Un otoño que amaneció desatento, y algo cansado, los cielos se encelaron con él; se ignora si a causa de las miradas que recogía, y que a ellos les negaban; o por el desafío que, equivocadamente, barruntaban; o porque tenían a deshonra su lozanía.
Despechados, encargaron a los vientos que lo arrancasen de cuajo, pero el cierzo y el ábrego se descubrieron impotentes y, tal vez enamorados, se pusieron a peinar sus largas cabelleras de héroes espartanos con sus ramas.
Los dioses, enfurecidos, alzaron el grito y los maldijeron: ¡Cuándo un gañán llegue a estas tierras y respire sus aires; se crecerá, hablará alto y fanfarroneará!