Ni el deseo de los invadidos ni el arrepentimiento de los invasores pusieron fin a la barbarie, sino las pantallas en los hogares que hicieron aborrecer a los ciudadanos los horrores de la primera guerra televisada.
El Día de Todos los Santos es buen momento para recordar a los millones de santos inocentes que dejaron su vida en una guerra que comenzó un día como hoy de 1955, con acciones armadas que culminarían cuatro años después en la brutal guerra de Vietnam, trágica muestra de la sinrazón humana, como lo han sido todas las guerras habidas en la sangrienta historia de la Humanidad.
Guerra sin compensación alguna que concluiría veinte años después con un balance que deja el alma en carne viva, pues fueron millones los muertos, heridos, mutilados, desaparecidos y tarados mentales de por vida, tanto por los ciudadanos vietnamitas como norteamericanos, que fueron enviados al matadero desde el despacho oval de la Casa Ennegrecida por el luto.
El gasto fue de 27 billones de dólares al año, que representaron 74 millones de dólares al día, pagando cada americano 350 dólares por cada vietcong muerto en su tierra, donde se lanzaron más bombas que alemanes y aliados en la segunda barbarie mundial, de la que todavía no nos hemos recuperado, pues la guerra fría más cruel y sutil que la templada.
No fue el deseo de reunificación de Vietnam del Sur quien paro la guerra. Ni el arrepentimiento de McNamara. Ni la opinión de la CIA al declarar imposible la victoria. Ni el gasto que representaba. Fueron los medios de comunicación quienes pararon con reportajes, imágenes y fotografías la guerra, creando una opinión pública mundial en contra de la primera guerra televisada.
Los ciudadanos no soportaron ver las salvajes matanzas indiscriminadas, los bombardeos con napalm y fósforo blanco, que abrasaban a las personas. Los efectos de las minas antipersonal que dejaron coja la población infantil. Las decapitaciones públicas, los juicios sumarísimos y las mutilaciones ejemplarizantes para aterrorizar a la población.
Lo único que demostró esta guerra a 14.000 kilómetros de Wall Street, es que no puede vencerse a la guerrilla de un país sin el apoyo de la población, algo que deberían haber aprendido los americanos de nuestra guerra de la Independencia, si la historia del viejo continente les interesara para sus intereses.