OPINIóN
Actualizado 31/10/2015
Tomás González Blázquez

Donde rezaban los celtas a sus deidades luego oraron los cristianos. Sobre basílicas visigodas sin inmatricular, los musulmanes levantaron mezquitas por decreto. Ciertas sinagogas fueron sucedidas por ermitas. Se compran blusas, faldas y complementos en viejas naves conventuales. En antiguos campos de labranza surgieron edificios, de vetustas industrias extrajeron hoteles, y los raíles de los trenes se habilitaron para bicicletas.

Pasa con los espacios y ocurre con los tiempos. Evolución, involución, revolución? según los casos y los prismas. El depósito de las tradiciones contempla cómo su nivel oscila, hasta desaparecer o rebosar y derramarse, haciendo equilibrios sobre el alambre que sostiene una tradición viva y actualizada, con el aval y el encanto del pasado y el vigor del presente, o precipitada al abismo donde se acumulan los fósiles anacrónicos de difícil comprensión. Aderezadas y transformadas, muchas tradiciones poco tienen que ver hoy con la causa de su nacimiento. Otras han sabido reinventarse sin perder esencia en su apariencia cambiante.

Salamanca alberga estos días un triduo sacro-profano. Se nos juntan El Mariquelo, Los Santos (Todos) y los Difuntos (Fieles). Acciones de gracias y recuerdos. Elevaciones al Cielo físicas (aunque ya no tanto) y espirituales. Con su gastronomía de temporada y todo.  Pero se nos ha cruzado Halloween con su corte de calabazas, tratos, trucos, muertos vivientes y efectos especiales de bazar chino, que igual sirven para una terrorífica función escolar previa a un macro-puente o para amenizar un fin de semana en un bar de copas.

Lejos queda la gratitud de la ciudad porque el terremoto de Lisboa, en 1755, no se cobrara la vida de ningún salmantino. Para muchos es el día de ver un espectáculo de  temerario catedraling en traje charro y sin arnés. ¿No podían tañer al unísono todas las campanas, con las de la Catedral, el Consistorio y la Universidad a la cabeza? ¿Qué fue del Te Deum en la iglesia mayor?

Lejos queda la apoteosis de los sustos y la fealdad de la fiesta de Todos los Santos, que en el colegio de las Trinitarias y quizá otros centros es presentada a los niños como Holywins (la santidad vence), optando en los disfraces no por los de brujas y vampiros, sino por los de santos; tomando no a risa la muerte, sino con alegría la vida. ¿No podía ser una buena iniciativa que se generalizase en nuestros colegios católicos, tan numerosos y, a veces, faltos de identidad nítida?

Lejos quedan la memoria y la esperanza si no se piensa en los que fueron, como queriendo esquivar la certeza de que seremos a no mucho tardar alguien diferente a lo que somos.

Fotografía: Holywins en la parroquia de Santa Teresa, en Ceuta (procede de la página web de la diócesis de Cádiz y Ceuta)

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