OPINIóN
Actualizado 24/10/2015
José Antonio Mirón

Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un informe sobre los riesgos relacionados con la Salud llamaba la atención sobre el alto consumo de alcohol en nuestro país. Las estadísticas, lo ponen en evidencia, en España se consume mucho alcohol, demasiadas bebidas alcohólicas, dado que existe una alta tolerancia al consumo excesivo y al abuso del mismo. Es decir, a la pérdida de control y a la embraguez cuando los niveles de alcohol en sangre son excesivos.

No hay que olvidar que el alcohol es un factor de riesgo por ser un tóxico multiorgánico que provoca adicción física y psíquica y sus patologías asociadas y consecuencias por su consumo, como refiere la OMS, ponen en peligro los grandes logros de la Salud Pública española en relación con la esperanza de vida y otros indicadores globales de Salud. Este problema va en aumento y hay evidencias de que no se aborda de manera multidisplinar y coherente desde las primeras etapas de la vida. Según la encuesta del Plan Nacional de Drogas de 2015, el consumo de alcohol se ha estabilizado en los últimos años; pero se sitúa en 11,2 litros por persona y año, casi el doble de la media mundial (6,2 l/p), y por encima de la media europea (10,9 l/p). En el Proyecto Hombre las adicciones por alcohol superan, por primera vez en las dos últimas décadas, a las adicciones por cocaína. Un alto porcentaje de accidentes de tráfico, laborales y de ocio se deben a la pérdida de control por abuso de bebidas alcohólicas. Esto está ocurriendo porque el consumir alcohol forma parte de los hábitos de la vida diaria. Dicho de la manera más adecuada y específica, la gente se ha adaptado a vivir con su consumo y su abuso, integrándolo en nuestras vivencias diarias y/ de fin de semana. Esto ocurre porque es un tóxico legal, porque no se tiene conciencia de riesgo y porque existe una gran tolerancia social a su consumo y a sus consecuencias. Como dicen algunos, los españoles beben por todo y por nada, cualquier excusa es válida  para consumir alcohol y pasarse.

Otro de los riesgos clásicos, que siguen muy presentes aunque se ha avanzado en los últimos años, es el consumo de tabaco. Las medidas disuasorias desarrolladas y llevadas a cabo en nuestro país y en la mayor parte de los países desarrollados han bajado su consumo en las instituciones públicas y privadas cerradas. Pero a pesar de estas medidas, España sigue tres puntos por encima en el porcentaje de población fumadora sobre la Unión Europea (UE), 29% frente al 26%, media en la UE. Por lo que se debe seguir insistiendo y manteniendo estas políticas de Salud Pública. También lo que procede en estos momentos es legislar sobre el uso y consumo del cigarrillo electrónico y, sino se cambia el contenido del real decreto que lo regulará, se perderá una buena oportunidad para regular adecuadamente el vapeo. Este consumo debería tratarse con las mismas estrategias que han demostrado ser efectivas con el tabaco. Por tanto, aplicar el mismo tratamiento que al tabaco convencional como pedimos los médicos, las Sociedades Científicas y la propia OMS.

El enunciado de esta columna trata de dos riesgos clásicos, consumo de alcohol y tabaco, que aunque controlados siguen presentes en la población española y no es adecuado añadir otros nuevos como el cigarrillo electrónico. En este tema no valen las excusas de que éste reduce el consumo de tabaco y es menos dañino. Lo que se necesita es cambiar el estilo de vida e incorporar a éste, la voluntad de dejar el hábito de beber y fumar porque éstos no se necesitan ni para vivir, ni para controlar la ansiedad o los nervios. Tampoco para mejorar las habilidades de comunicación o las sociales, se adquieren entrenando, conviviendo y paseando.

Lo que procede es llevar a cabo un estilo de vida saludable que posibilite y promocione la Salud y que favorezca la respuesta adecuada a los requerimiento de la vida diaria, a sus exigencias y a sus retos con normalidad y consistencia.

JAMCA

 

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