En estos días, durante la visita a tierras charras de Manuel Monereo, uno de nuestros referentes intelectuales y cabeza sabia como pocas en este país, junto a compañeros de Organización, charlábamos compartiendo el mismo análisis de la situación actual, análisis que voy a exponer en el artículo de hoy.
La compleja estrategia de combinar la creación de un proyecto nuevo, asentarlo, y pretender el "asalto a los cielos" al mismo tiempo ha resultado fallida. Ahora bien, que nadie se lleve al equívoco: que las hasta ahora fuerzas políticas hegemónicas, mayoritarias, y el salvavidas naranja creado por las élites para mantenerlas a flote se vean obligadas a pactar frente a lo que consideran un "enemigo común" no es, ni más ni menos, que la última de nuestras derrotas y la primera de nuestras victorias. Todavía queda mucho partido que jugar.
Y después de la nebulosa electoral de diciembre que nos hace a todos un poco más insensatos, se acerca el largo, duro y frío invierno de enero con los resultados obtenidos para trazar la estrategia a largo plazo: la "guerra de posiciones". Ésta pasa, necesariamente, por la transformación máxima posible del "partido orgánico gramsciano", que en España está formado por todos los agentes socio-políticos que luchan por un cambio rupturista y democrático, a una fuerza política mayoritaria y plebeya de izquierdas, defensora radical del Estado de Derecho, alejada totalmente de las impropias tiranías pasadas y que, ante la oleada inaudita de recortes y violación de derechos, sea revolucionariamente reformista.
Y que nadie se confunda, que no queremos romper España, sino todo lo contrario: defender su soberanía frente al ejército neoliberal que la asedia y despedaza. Porque frente al Proceso Constituyente perpetrado por las élites desde Maastricht y llevado al extremo sin ningún pudor en el presente (valga como ejemplo la reforma del artículo 135 de la CE) con el objetivo de instaurar, volviendo al gran Monereo, la "enésima restauración borbónica" hay que contraponer un Proceso Constituyente por abajo, para que el gobierno surgido de esa nueva fuerza tenga, desde la legalidad y la legitimidad, la fuerza suficiente para realizar los cambios necesarios y construir un nuevo proyecto de país y que no pase como en Grecia. ¡Nos va la vida en ello, así que pongámonos en marcha!