Van culminando las oleadas migratorias. A lo largo de octubre desaparecen todas las aves estivales y recuperamos la ingente masa de invernantes. Pueden llegar todavía muchos más especialmente si arrecia el frío, pero ya están aquí muchos de los limícolas, alondras, fringílidos, gaviotas, patos, garzas, torcaces, zorzales, currucas, milanos reales, ratoneros... Con todo, hay dos especies que destacan: los ánsares comunes y las grullas. Sus alfabetos celestiales marcan un compromiso insoslayable de nuestras miradas hacia lo alto. Porque esas bandadas geométricas se habrán anunciado desde varios kilómetros antes con sus trompetazos y ganseos.
E1 diente de león puede florecer ahora (y, en realidad, en cualquier otro momento del año). Fruto da ya el aligustre, que permanece maduro hasta la primavera siguiente. Hay narcisos de otoño. Los madroños ofrecen su fruto maduro y la flor permite la última mielada a las abejas. Los sapos parteros se acoplan.
En tierra firme aún pueden contemplarse algunas cruciales pautas de nuestros reptiles. Aunque la incubación puede durar de dos a cuatro meses, algunas puestas de culebra de escalera eclosionan en este mes. Los recién nacidos apenas tienen tiempo para nada más que encontrar un refugio invernal, como todos los miembros de su clase. No pocos lo harán comunalmente, caso de víboras, culebras de agua y coronelas lisas meridionales.