OPINIóN
Actualizado 20/10/2015
Luis Gutiérrez Barrio

Compartir es una de  las palabras que más suena cuando los tiempos corren en mala dirección para tantas y tantas personas. Parece que cuanto peores son los tiempos, más y con más fuerzas suena este tipo de palabras, palabras como solidaridad, justicia, derechos humanos? Suenan sí, pero sólo eso, suenan, y no es que esté mal el que suenen, porque deben sonar, deben retumbar de tal manera que hagan conmoverse a la tierra. Lo malo, es que esas palabras casi siempre las oímos en boca de quienes menos tienen, de quienes menos pueden hacer porque se hagan realidad. En pocas ocasiones las escuchamos de quienes tienen el poder para poner remedio a los muchos desmanes que están sucediendo a lo largo y ancho de nuestro planeta.

También se unen a estas voces las de los políticos, pero en boca de ellos, estas palabras son huecas, palabras que el eco las va llevando de un lado para otro con la única intención de que se sepa quien las ha pronunciado, porque lo que buscan es que la gente, los votantes, piensen que ellos están sensibilizados con los problemas del pueblo, que ellos, se conmueven con sus necesidades, con sus miseria. Pero ahí queda todo, cuando la tormenta de las elecciones pasa, el sol vuelve a salir (para los de siempre, claro), y el resto se tiene que conformar con ese olor a tierra mojada, agradable, por supuesto, pero que no alimenta, que no proporciona techo, que no da trabajo.

En muy pocas ocasiones, escuchamos estas palabras en aquellos que sí tienen capacidad de resolver el problema, y digo pocas veces, por no decir nunca, no sea que haya alguna excepción, que almas caritativas hay en todas partes, aunque da la sensación de que en ciertos círculos, esas almas se han visto obligadas a rodearse de una fuerte coraza para poder competir en esas esferas, a las que en muy pocas ocasiones llegan los lamentos del pueblo.

En ocasiones  vemos gestos, acciones que parecen encaminadas a resolver el problema, pero pasado un tiempo nos damos cuenta de que en realidad eran maniobras para que los poderosos sean más poderosos, para que los ricos sean más ricos. Son mendrugos de pan, sobrantes del banquete, que arrojan a los perros para mantenerles entretenidos royendo los mendrugos y engañando al hambre.

Si realmente hubiera una sensibilización, una toma de contacto con la realidad, por parte de esos pocos que atesoran lo de muchos, si de verdad estuvieran dispuestos a compartir, no digo todo cuanto poseen, sino una pequeña parte de lo que les sobra, el problema de la miseria en el mundo se vería resuelto en gran parte.

Tal vez sea mucho pedir, pero todos deberíamos darnos cuenta de que compartir, solidarizarse con el que más lo necesita, no es sólo un acto de caridad, es fundamentalmente un acto de justicia. El Mundo es de todos, habitaremos en él durante un tiempo, luego lo dejaremos para que otras generaciones lo ocupen, lo disfruten o lo sufran. Durante el periodo que nos toque ocuparlo deberíamos hacerlo de la manera más digna posible y qué mejor manera que hacer un mundo en el que todos tengamos lo mínimo para poder vivir dignamente, A partir de ahí que cada cual busque sus lógicas y justas ambiciones.

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