El primer humo de las castañeras pone una tilde triste en la ciudad. En la calle hay lirios, jazmines deshojados entre los árboles. Golpeados por la lluvia los paraguas pasean como amanitas de cristal. De una pared gotea luz de barro. Bajo el templete un músico sonámbulo duerme en los ojos de su acordeón. Los charcos del asfalto en la avenida dibujan escafandras de café. Un niño cruza con un cartucho humeante de cálidas castañas. Les susurra como si acaso ellas le escuchasen. Me escondo en el envés de sus palabras que el viento moja en el anochecer.