Después de unos meses en los que era necesario frenar y reflexionar vuelvo "a las andadas" de los artículos dominicales y lo hago con este título tan aparentemente brusco, necesario para entender la raíz de la problemática actual.
Con la caída del franquismo ocurrió en España un proceso de "dos velocidades": mientras la calle es inundada de manifestaciones pidiendo cambios radicales, y a menudo reprimidas con dureza, la élite política española pacta en cafés y restaurantes una Constitución que es una chapuza jurídica derivada de "cortar y pegar" normas supremas de los países vecinos sin contextualizar. Lo que se nos vende como La Transición fue en realidad una operación cosmética de la oligarquía para seguir manteniendo el poder, cambiarlo todo para que nada cambie.
Y de aquellos polvos estos lodos que se suele decir. Es curioso cómo la burguesía catalana se enfrenta a la española para que luego pacten juntos recortes sociales y laborales. Al igual que es curioso que la burguesía española acuse a la catalana de romper España y denuncia por inconstitucional su estatuto de autonomía al mismo tiempo que copia el mismo y lo implanta en Castilla y León. Y debo ser yo muy curioso, pero lo único que veo es que las burguesías se enfundan en las banderas y enfrentan al pueblo mientras violan la Constitución y venden nuestro país a trozos.
Ante esta situación sólo queda una solución viable, la de un proyecto de ruptura democrática, por abajo, que abarque al 70% de la población española y pelear por un proceso constituyente que blinde y amplíe nuestros derechos fundamentales. Por un proyecto jacobino que reconozca la realidad territorial de España como Estado plurinacional con libre derecho de autodeterminación de los pueblos que la integran.