Me he dejado caer
con la lentitud
de la última hoja de un árbol,
como la lluvia cae
sembrando de ternura el pinar.
Me he dejado caer
sobre el suelo, derrotado
no por el mundo
sino por la música.
Y, cayendo, me siento ascender
como un agnus dei o como un ángelus.
Abatido estoy en el vacío
de una paz sublime
mientras mi ser no cesa
de trazar círculos de silencio
sobre las lagunas serenas,
sobre el humo de los tejados,
por el espacio celeste.