En las Olimpiadas de Roma en 1960, Vilma Rudolf, una joven negra norteamericana, tuvo un impresionante arranque en la carrera. Tenía entonces apenas veinte años y corrió los 100 metros en once segundos, pulverizando el récord mundial femenino. Esto es historia sabida -quizá no para muchos jóvenes- y no debiera admirar a nadie. Pero lo que me sorprendió en su carrera -y ello es poco conocido- fue saber que Vilma había padecido antes una seria enfermedad y había quedado paralítica.
Aquella niña que durante dos años tuvo que usar una silla de ruedas y muletas durante cinco, sólo pensaba y quería una cosa: ser como las otras niñas. Y se esforzó tanto, en durísimas sesiones de recuperación, que consiguió no sólo correr como las otras, sino convertirse en Roma en la quinta mujer en la historia que llegaba a ganar los 100 y los 200 metros consecutivamente. Cada día se armaba de paciencia para la lucha diaria que la llevaría a conseguir ese milagro que nadie pensaría que iba a lograr.
La fortaleza es una virtud cardinal que tiene por función superar el temor, que provoca un retraimiento frente al mal que amenaza y moderar la temeridad. La esencia de la fortaleza no es vencer dificultades, sino obrar el bien cueste lo que cueste. La virtud de la fortaleza nos hace fuertes para la lucha por ser fieles a Dios, pero normalmente no evita la angustia, el miedo y la repugnancia ante el sufrimiento.
La fortaleza Teresa la denomina determinada determinación, es una de las características fundamentales en la vida de la Santa. La determinación es todo lo contrario a la indecisión, tibia, falta de compromiso. Es típica en Teresa la expresión determinada determinación, que es una actitud de fortaleza ante acontecimientos y proyectos de la vida. Encontramos esta palabra, en los escritos de la Santa, cuando se refiere a momentos cruciales de su vida: entrada al convento, fundación de san José, profesión religiosa. Ella tenía un carácter fuerte y un teólogo de su tiempo la calificó: "varón de los muy barbados". A sus hijas las aconsejaba que se mostraran como varones esforzados. Vivió los primeros años de su vida religiosa y toda su vida con gran determinación. Y cuando se encuentra con el Tercer Abecedario se determinó a seguir aquel camino con todas sus fuerzas los que quieren ir por el camino de la oración, "importa mucho y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere... siquiera se hunda el mundo"
La determinación se necesita no sólo para comenzar, sino para perseverar en la oración. La oración exige perseverancia. No es una meta, es un camino diario que se anda tras el rastro y rostro de Dios. La perseverancia necesita del esfuerzo de una "determinada determinación", ya que Dios es amigo de ánimas animosas. La oración exige la perseverancia para estar muchas veces y a solas con el Amigo, aunque el verdadero amante en todas partes ama, "pues recia cosa sería que sólo en los rincones pudiésemos traer oración". La oración, como todo en la vida, necesitará de una "determinada determinación". Su éxito no depende de los tiempos y lugares, aunque necesite de éstos.
Y mucho ánimo hay que tener para no desfallecer en el camino emprendido, pues el ser humano se cansa enseguida cuando no ve los frutos inmediatos. Dios responde siempre, pero no inmediatamente y no como esperamos. A veces se tarda, y las más de las veces nos desconcierta con su respuesta.
Determinada determinación se necesita para empezar, seguir y perseverar en el camino de oración y de la vida.