OPINIóN
Actualizado 10/10/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

Voces antiguas en ladino, en yiddish, me llegan. Con el exilio y el desierto y la diáspora me reencuentro tantos siglos después? Con lo genuino, mi origen, con la razón de mi existencia. No, no habéis logrado sofocar vosotros los asimilados, vosotros, los marranos, vosotros negociantes en juramentos y compromisos acallar amores, conocimientos y universos a cambio de una vida, tierras o doblones. Un nieto de un nieto, ¡Oh misterio¡ quiere circuncidar su corazón como testimonio, como reparación a tanta cobardía y traición. No por una raza, sí por una elección insoslayable, ¡Oh el innombrable¡  Por él soy yo. Somos lo mismo. Él y yo, lo mismo. Yoel nos llamamos, sí queridos.

Ahí en el Sefarad y allá en Creta los pocos que quedan así nos llamamos. Siempre fuimos pocos. Persisten. "Mir lebn eybik", a pesar de todo seguimos viviendo? Yoel se suma a ese jubiloso deseo como judío que es. Eso sí: sin exclusiones. Hoy tuve un glorioso encuentro. Vinieron a verme dos amigos. Venían de Cracovia, venían de Auschwitz, ella venía de recordar a sus aniquilados deudos. Ella judía, él español, ambos pareja. Ella uruguaya. Ella pequeña. Ella polaca. Ella un poco de muchos sitios. Ella querible. Tras un guion estamos los tres. Un guion de cine sobre lo que se oculta tras los paneles publicitarios. Una montonera gaucha contada desde el otro lado del espejo. Justo, acerca de esos que tu habitualmente ignoras.  Sin acritud. No hay reproche amigo mío, muy amigo. No obstante, con ellos, con esos invisibles siento y consiento. Y ahí, allá, me siento liberado y reconocido como otro más, que son y soy y, a la postre, somos. No hay literatura, sólo estética. Algún gaznate aprisionado por un alzacuello enmendaría: "el "palabro" adecuado sería ética". Me quedo, no obstante, con la estética, la armonía y el equilibrio de las legibles formas. ¿Formas o contenidos? ¡Por favor no me aburran¡ "Somos especialistas en afeitar huevos", insisten. Y, en efecto, tocados con su rojo birrete, más bien afeitan mostachos, afeitan barbas e incluso rebanan cuellos.  Aún más,  se precian de enseñar el cómo hacerlo y escriben y escriben tratados al uso. Querido, no hay literatura en lo que digo, ni esnobismo, ni elitismo. Tan solo recuerdos trasmitidos de un pan y de un vino antaño servidos en esas mesas castellanas de una pieza, tan bellas y toscas, de encina. 

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