OPINIóN
Actualizado 09/10/2015
Félix López

"Marcos desea tener relaciones sexuales con una mujer, Margarita, que no es su pareja habitual. La desea y le atrae mucho. Ha conseguido su amistad y salir con ella varias veces. Hoy han bailado de forma muy íntima y ha conseguido que ella acepte subir a su coche para dar una vuelta. Se han besado y excitado intensamente, pero de pronto ella  le dice que no quiere seguir, que deje de besarla, que ya han llegado demasiado lejos.

Marcos le responde, "ya es demasiado tarde", y la fuerza, violándola.

La mayor parte de las violaciones la comete un amigo o conocido, y no es infrecuente que sea el marido, en situaciones como la descrita, por ejemplo. La violación es un gran atentado a la "Ética del Consentimiento", porque el cuerpo y la intimidad sexual nos pertenece a cada uno de nosotros: "Mi cuerpo y mi intimidad son míos". Son una vulneración de la dignidad y de la libertad de la víctima. La dignidad y la libertad no son como la ropa, que podemos dejar fuera de la habitación, en la silla o por el suelo, habitación, en una silla o por el suelo, son características esenciales de la persona. No nos despojamos de ellas despojamos de ellas cuando nos desnudamos o acariciamos con otra persona porque la libertad y la dignidad forman parte de nuestro ser, por eso las podemos invocar en cualquier momento, como hizo Margarita. Nos discutimos aquí si Margaría podría haber definido la situación mejor y antes, sean cuales sean sus errores, si los hubo, jamás Marcos debe forzarla, ella puede reclamar su libertad y dignidad en todo momento, y su petición debe ser atendida.

En las relaciones sexuales y amorosas siempre es exigible el consentimiento de ambos; consentimiento o rechazo o no aceptación que siempre están activables, que uno de los dos puede reclamar en cualquier momento y situación, justo porque no podemos tratarnos como objetos, instrumentalizarnos o violar la libertad del otro, tampoco en el matrimonio, con la pareja estable.: ninguna conducta sexual, forma estimulación o relación debe ser impuesta a otra persona.

Por otra parte, en el caso de los menores y personas con ciertas discapacidades, hay que tener en cuenta que, por debajo de cierta edad o nivel de discapacidad, no les concedemos la capacidad de consentir, por lo que no podemos seducirlos o engañarlos para que consientan.

El lector puede apreciar así, como los principios éticos son fundamentales para evitar errores y delitos contra la libertad (abusos sexuales, violaciones, acoso sexual, etc.). Pero además, éstos principios  son  también esenciales desde el punto de vista positivo, para conseguir relaciones verdaderamente satisfactorias, para vivir mejor la sexualidad, porque la ética que proponemos,  socrática,  humanista y laica propone una serie de principios argumentados  que nos ayudan a vivir mejor las relaciones sexuales y amorosas, a gozar más y mejor de la vida.

El principio de la ética del consentimiento, al que aludimos hoy, puede ser formulado así:

 En las relaciones sexuales y amorosas  debemos tratarnos reconociendo siempre la dignidad y libertad propia y de la pareja, nunca instrumentalizando al otro/a buscando únicamente el propio provecho, de forma que tanto nosotros como la otra persona nos sintamos libres de aceptar o no esas relaciones (López, f. (2015). Ética de las relaciones sexuales y amorosas. Madrid: Pirámide).

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