OPINIóN
Actualizado 06/10/2015
Francisco Delgado

Esta noche no se oía ya el ruido del agua deslizándose por la pesquera del río. Ni el sonido de sus aguas camino de Ledesma. Solo se oía el ruido del viento que hacía bailar las ramas de los chopos de las orillas.

El Tormes, como un ciervo del bosque herido de muerte, ya no salta, ya no corre, sus aguas tienen el ritmo lento que roza la inmovilidad. En su enfermedad (¿en su agonía?) está postrado y rodeado de todos sus enemigos: la sequía, los cementos, el asfalto, la ausencia de árboles ya talados, los coches que siguen su implacable invasión hasta el límite de su cuerpo.

Todas las mañanas de las últimas semanas veo una excavadora clavando sus dientes en el cauce ahora seco del río, que el año pasado estaba bajo el agua; allana el suelo como si preparara el terreno para alguna autopista que saliera de los ojos del Puente Romano o los atravesara. Ayer, cambió de tarea: estaba arrancando con su boca metálica todas las plantas que nacen a la orilla de uno de los arroyos. A alguien no le gustan esas plantas, o quizás ninguna. Poca agua, pocas plantas, a ser posible los árboles contados.

Seguí paseando por la orilla del Zurguén. Un hombre que cuidaba su huerta bien regada y florida, me contó que cogía el agua de una pequeña balsa cercana, dentro del cauce por donde corrían, no hace tanto tiempo, las aguas saltarinas del riachuelo; me contó que hasta hace poco este arroyo se desbordaba frecuentemente en las tierras ahora secas, llenas de espinos y hojarasca; lo que actualmente llaman  parque. Aquel Zurguén  es ya un esqueleto solo adornado por plantas que nadie cuida y  que  se nutren de la escasa humedad de su cauce.

Temo que el padre Tormes siga el mismo camino que el pequeño Zurguén. Que después de siglos de dar de beber, humedecer, embellecer la ciudad de Salamanca, se seque y caiga maltrecho en medio de todos sus perseguidores.

Ojalá lo salvemos.

Pues, como dice mi vecino, "no podemos dejar que se pierdan en la memoria aquellos tiempos en los que los poetas salmantinos se reunían y componían versos en torno a la flor del Zurguén".  

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