OPINIóN
Actualizado 03/10/2015
Ángel González Quesada

Como los charlatanes que elogiaban exageradamente los méritos de mercancías envejecidas ya inservibles pero presentadas en lujosos envases y brillantes envoltorios, los deplorables políticos que nos toca sufrir en esta Europa de todos los desastres, siguen empeñados en vendernos las ventajas de ?y sobre todo la pertenencia a- una Unión Europea convertida en todo lo contrario de lo que aseguraban los titulares de su fundación; una Unión Europea devenida en puro instrumento para negocio de especuladores, especie de asamblea permanente de empresas multinacionales dedicadas a cercenar progresivamente, por interés económico, los derechos de la gente; a reducir, por interés económico, los servicios sociales públicos y las garantías estatales; a legislar, por interés económico, en favor de intermediarios y grandes financieras; a abaratar, por interés económico, los derechos y encarecer las obligaciones, favoreciendo siempre intereses ?naturalmente, económicos- contrarios a la dignidad de las personas; una Unión Europea supuestamente regida por un costosísimo parlamento tan inservible e inoperante como la mayoría de sus miembros, insolentemente preocupados de sus dietas, sus viajes en clase preferente, sus hoteles y tarjetones, sus desayunos de martes a jueves  y sus clamorosas ausencias en los plenos que habrían de tocar asunto de alguna importancia.

Que esa Europa que siguen queriendo vendernos como la panacea para todos los males es mentira, se comprueba en sus cada día más descaradas imposiciones que favorecen siempre a los mismos, en su vergonzante permisividad legal con la corrupción y sus beneficiarios, en su pasividad cómplice ante los intolerables paraísos fiscales, en su tibieza interesada ante los constantes y gigantescos fraudes y estafas de empresas multinacionales, que son despachados siempre (Volkswagen), tras una maraña legalista de oscuras alianzas con ridículas multas destinadas a la galería de sumisos consumidores.

Las continuas amenazas con que los vividores de la cosa pública pretenden chantajearnos, advirtiéndonos de que el no cumplimiento de sus exigencias conllevará nuestra salida de la Unión Europea, se vuelven cada día más cómicas, por no decir ridículas. Cuando se observan las consecuencias concretas para los de a pie de la implantación del euro, el fracaso para la gente de la economía global, el empobrecimiento imparable de la ciudadanía y el obsceno aumento de la riqueza de los más ricos, la carcajada ante la amenaza de dejar la Unión es incontenible. Cuando se comprueba que el endeudamiento de generaciones enteras ha sido inducido para conservar las plusvalías de los mismos bancos a los que se permite el engaño, la estafa, el robo y el corralito, o que la concesión o el hurto caprichoso de los derechos (el acceso a la Justicia, la libre circulación, la protesta, la queja o la información) es la clara ceremonia del desprecio; o cuando se comprueba la progresiva e interesada relajación de las exigencias estatales en materia de calidad alimentaria, sanidad, control monetario, inspección laboral o regulación de mercados financieros y de mercancías, el aviso de que podríamos irnos de la Unión Europea es un puro chascarrillo. Y, por si fuese poco, la connivencia constante de esta Unión Europea crisol de indignidades con los intereses especulativos del Fondo Monetario Internacional, su próxima ?y sumisa- firma del TTIP, un tratado internacional de intercambio comercial que terminará definitivamente con la poca autoridad que les queda a los estados, y cuya negociación, redacción y contenido ha sido y es ocultado a la ciudadanía, lo que viola todos y cada uno de los principios y derechos democráticos, y el comportamiento de todos ?todos- los gobiernos de la Unión en el candente asunto de la acogida de refugiados, hace que la advertencia de que podríamos dejar de ser parte de la Unión Europea sea un puro chiste.

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