Una periodista que ha sido la mujer del presidente francés durante unos años ha escrito un libro sobre su vida de pareja con él, en el que cuenta cosas íntimas de su vida sexual y amorosa y da una visión muy destructiva de su exmarido. Si lo hace para vender muchos libros o para vengarse de su marido, o ambas cosas a la vez, yo no lo sé.
Pero si quiero hacer algunos comentarios que creo importantes y que todos deberíamos tener en cuenta.
En primer lugar, hablar mal de la expareja es una crueldad (salvo casos de maltrato, claro está) y además poco inteligente, porque uno se pregunta: ¿cómo ha estado usted tanto tiempo viviendo con esa persona?
En segundo lugar, y es en lo que quisiera insistir, la intimidad de uno mismo nos pertenece a cada uno y de la pareja pertenece a los dos. Protegerla y respetarla es un deber ético elemental. Airearla, cualquiera que sea su fin, debe considerarse una deslealtad innecesaria e injustificable. Está muy mal que lo hagan los medios de comunicación, pero que lo haga la propia pareja, es un atentado a uno de los valores mayores de las relaciones interpersonales.
La separación puede muy dolorosa, determinados sucesos de la vida de una pareja pueden causar mucho sufrimiento, pero eso nunca debe ser motivo para poner "en público" lo que es privado, porque pertenece a la intimidad. Es seguro, por otra parte, que si se ha convivido con otra persona ha habido largo tiempo en que uno se ha entregado amorosamente al otro y esa historia, sea cual sea el final, merece una lealtad.
Por otra parte, es también desleal entablar una discusión pública sobre contenidos íntimos, porque se le pide a quienes escuchan que crean tu versión, sin conocer la del otro, u obligan al criticado a una debate público que siempre resulta desolador y, tantas veces, demoledor para ambos.
Saberse separar, sean cual sean las heridas, no siempre es fácil, pero exige mantener la intimidad como una historia de dos e intentar evitar todo dolor inútil, tenga como fuente la venganza o cualquier otro motivo.
Vivimos en un mundo en cada vez somos menos propietarios de nuestra intimidad, es una gran desgracia que justo sea uno o los dos miembros de la pareja los que la destruyen. Ser propietario de la intimidad propia y de la compartida con la pareja es un valor básico. No es el único, pero sí uno de los importantes. Compartir una relación, sea cual sea la duración de ésta, siempre debe tener algo de sagrado: el respeto a la intimidad, porque los humanos hemos aprendido a llevar la vida sexual y amorosa, en lo que puede tener de privado, a la intimidad.